Patagonia, Sostenibilidad, Region de Magallanes, Ciudades, Territorio, Sistemas Urbanos, Ecologia, Economia Urbana, SIG, Percepcion Remota, Economia Ecologica, Planificacion Urbana, Urbanismo
viernes, 27 de agosto de 2010
EL OLVIDADO TERRITORIO, LA PRIMERA VARIABLE AMBIENTAL
Normalmente esto ocurre después de que algún noticiero ha puesto el tema sobre la mesa, y por que no decirlo, cuando las demás noticias no dan para mucho. El medio ambiente mediático es quizás uno de los mayores peligros para el medio ambiente real.
Digo esto porque nos hemos acostumbrado a relacionarnos con el medio ambiente de una manera reactiva, bajo la lógica del modelo presión-estado-respuesta (PER). Así, ninguna aparición del medio ambiente en la palestra de la opinión pública lo hace sino bajo el alero de una escandalización de proyectos y/o efectos que ya se encuentran plasmados y materializados en un pobre medio ambiente que entonces urge salvar, limpiar y mitigar.
En Chile las instituciones preocupadas de los “problemas ambientales” – utilizando la jerga del sector - trabajan como oficina de emergencias, con fonos denuncia y vehículos para acudir a las “emergencias ambientales” donde entonces todo el mundo solidariza con el denostado medio ambiente.
Es muy ilustrativo de esta situación lo ocurrido con la Empresa de Celulosa CELCO en Valdivia, Chile hace un tiempo atrás. Me resultaron muy curiosos los calurosos debates de expertos respecto de profundos estudios sobre los RILES (residuos industriales líquidos) vertidos al humedal y si estos tienen o no relación con la contaminación del ecosistema y muerte posterior de los cisnes, estudios largos, acuciosos y costosos para algo obvio: un ecosistema confinado como un humedal no resiste una empresa de celulosa. Y este no es un problema tecnológico, es un tema de sentido común. Pero para entender esta máxima hay que tener una mirada espacial y agregada sobre los patrones de localización de las actividades y su relación con las sensibilidades ambientales. Por el contrario los “expertos” prefieren perderse en discusiones bizantinas midiendo los SOx y NOx, etc. en un onanismo intelectual circular mientras otras empresas siguen pidiendo silenciosamente sus permisos ambientales.
Situación similar ha ocurrido este año con la termoeléctrica en Barrancones (Punta de Choros), problema que finalmente termino “presidencializándose”. Cuando el presidente de la república tiene que atender un tema que por su escala y filiación epistemológica corresponde a los niveles intermedios de la administración pública en un estado de derecho, entonces nos parecemos mas a Haití (sin desmerecer) que a Alemania.
La actual forma de entender nuestra relación con el medio ambiente, con la naturaleza, mediante los llamados “problemas ambientales” encierra el peor de los peligros ya que nos ha impedido poner la atención en la columna vertebral de estos problemas, nos ha cegado a una mirada agregada sobre nuestras sociedades y la macro-relación que establecen con el entorno. Difícilmente podremos entender todas estas supuestas catástrofes ambientales o problemas del medio ambiente sino es bajo una óptica territorial y de largo plazo, necesariamente de la mano de la planificación.
Desde este punto de vista no existe mejor plan de mitigación que una acertada y sensible anticipación sobre el medio ambiente, que sea capaz de orientar el modelo de desarrollo disminuyendo su perversidad intrínseca, más que la preocupación a veces enfermiza y jibarizada en mediciones parciales de componentes ambientales condenados por patrones de desarrollo ya instalados y que difícilmente desde la óptica actual tan reducida encuentren alguna solución.
Pues no cabe ignorar que mientras nuestros pensadores y científicos se entregan a líneas de investigación alocadas y masturbaciones mentales varias, ¡nuestra biosfera está seriamente dañada, y nuestra propia especie corre peligro de extinción a corto plazo. (Riechmann Jorge. Gente que no quiere viajar a Marte, p. 46.)
El desconocimiento de los efectos directos - esos que serian un buen candidato para las noticias - sobre el medio ambiente es parte de nuestra miopía social que nos impide mirar los procesos en el largo plazo, como una manera de acompasar la avasallante utilización que hacemos del territorio con las propiedades ecológicas que han tomado centurias en adoptar la forma y características que hoy vemos.
Sólo mirando sobre los patrones de las actividades en el medio, y comparándolas con las características propias de un medio natural de singulares características, estaremos mirando la batería de problemas ambientales del futuro, y tendremos entonces una mejor oportunidad de corregir las malas decisiones que tomamos hoy día.
Para esto resulta vital recuperar una mirada centrada en el territorio, como objeto de esa planificación de largo plazo que es necesario reformular. Allí donde las evaluaciones de impacto ambiental se pierden en miradas sectoriales y puntuales incapaces de evaluar entre distintas alternativas de localización para los proyectos - situación absurda pues es la localización la primera variable ambiental - poco ayudan a la compresión de aquello necesario de cuidar a fin de encaminarse a una mejor gestión de los espacios naturales y del territorio.
Chile sigue con la asignatura de valoración de su territorio pendiente. Se sigue confiando en un Sistema de Evaluación Ambiental bizarro, con una inconsistencia kafkiana, que termina finalmente en aprobaciones políticas que miden U$ de inversión y generación de empleo y donde la evaluación de alternativas de localización, elemento básico para evaluar impactos, no existe. Hoy se evalúa el proyecto en si mismo, absurdo cuando en realidad si de evaluación se trata hay que tener alternativas, entonces ¿Qué se evalúa? Cuanto más o menos se permite contaminar. Pero el lugar lo eligen los empresarios encerrados en cuatro paredes bajo criterios económicos de corto plazo que nunca nadie ha evaluado en este país. O sea el lobo cuidando las ovejas: se deja la evaluación ambiental más importante en manos del sector privado, porque la localización, esa no la evalúa nadie, el privado presenta su proyecto donde mejor le place y el Estado tiene que hacer su pseudoevaluación en ese lugar le guste o no.
Y como consuelo se sigue confiando en el cumplimiento de la norma: “pero, ¿qué son las normas? Ciertamente no son definiciones científicas acerca de qué niveles de tal o cual sustancia no alteran perjudicialmente el entorno; las normas ambientales son sólo resultados de transacciones políticas relativas entre intereses y como tales revisten la calidad de simples convenciones. Las ambientales son como las normas de Ginebra acerca de la conducta en la guerra: se mata igual, pero se promete no usar balas "Dum Dum" o fósforo blanco.”
Se desconocen los patrones de utilización del territorio y su relación con el medio natural y los efectos que a partir de estas relaciones se producirán en el largo plazo, quedando en las tinieblas las tendencias que se instalan. Son interrogantes poco relevantes para el colectivo social.
Por el contrario se requiere dejar atrás la concepción actual del territorio únicamente como recurso y comenzar a considerar la naturaleza desde sus propias necesidades, lo que Leopold llama la tercera ética.
Si no se incluye una óptica territorial ecológica, si a la luz de una nueva concepción no se reformulan los marcos metodológicos y epistemológicos del ordenamiento del territorio, seguiremos cometiendo los mismos errores del pasado, el pensar que tenemos suficiente planeta para todos nuestros caprichos.
Me parece inconcebible que pueda existir una relación ética con la tierra sin amor, respeto y admiración por la tierra, y sin un gran aprecio por su valor. Por valor me refiero, obviamente, a algo mucho más amplio que el mero valor económico; me refiero al valor en el sentido filosófico. (Leopold, La ética de la tierra 1966, página 39).
jueves, 3 de junio de 2010
Fenómeno Urbano y Patrón de Crecimiento
La ciudad, muy por el contrario no obedece a este principio ecológico. Si bien puede considerarse que en algunos casos y en algún momento de su desarrollo algunas ciudades mantuvieron sus tamaños con fluctuaciones menores, desde la revolución industrial en todos los casos han experimentado crecimientos explosivos y descontrolados que han puesto en jaque al planeamiento por más de una centuria.
En el escenario post revolución industrial se ha aceptado por regla general que este crecimiento urbano, llamado en la literatura proceso de urbanización, esta acoplado al crecimiento demográfico y se explica con el aumento de la población.
Sin embargo durante las ultimas décadas y particularmente en algunas ciudades europeas con estados avanzados de transición demográfica e incluso despoblamiento, los patrones de crecimiento y expansión urbana siguen siendo persistentes. A la luz de esta evidencia empírica las ciudades no estarían creciendo unicamente acopladas al crecimiento demográfico tal y como se pensaba sino que estarian concurriendo otros factores y dinámicas que el urbanismo actual no ha sido capaz de responder.
Dos tipos de patrones de desarrollo y/o crecimiento para el fenómeno urbano:
• Primero hoy día las ciudades manifiestan un comportamiento autopoiético, de perpetuación de ellas mismas por ellas mismas siguiendo la definición de Maturana,
• Este crecimiento o desarrollo es acelerado y discontinuo en el espacio. Nucleado en la ciudad histórica como centro de comando pero esparcido en el territorio.
Desde este punto de vista es posible establecer similitudes con los patrones de crecimiento y desarrollo del cáncer en los tejidos celulares (NAREDO 2004), argumento reforzado por el desacoplamiento entre el crecimiento urbano y el demográfico.
Cáncer. La palabra cáncer deriva del latín, y como la derivada del griego karkinos, significa 'cangrejo'. Se dice que las formas corrientes de cáncer avanzado adoptan una forma abigarrada, con ramificaciones, que se adhieren a todo lo que agarra, con la obstinación y forma similar a la de un cangrejo marino, y de ahí deriva su nombre. Se considera a veces sinónimo de los términos 'neoplasia' y 'tumor'; sin embargo, el cáncer siempre es una neoplasia o tumor maligno. (Wikipedia)
Desde el punto de vista del territorio el crecimiento ilimitado de las ciudades y la expansión del fenómeno urbano a todos los rincones del planeta bajo los diferentes formatos que asume, puede considerarse anómalo, toda vez que su principal síntoma es el cambio en el uso y cobertura del suelo con todos sus impactos asociados: alteración y/o degradación de los ecosistemas, homogenización del territorio, pérdida de hábitats y especies, entre muchas otras patologías espaciales.
Es necesario incluir restricciones al desarrollo urbano, acoplando los patrones de desarrollo de los sistemas urbanos con los de los sistemas naturales. Llevar el sistema urbano a niveles de equilibrio dinámico donde los intercambios de materia y energía se mantengan en determinados rangos y siempre de acuerdo a la disponibilidad LOCAL de recursos.
Si analizamos ahora este nuevo paradigma del desarrollo urbano a la luz de la economía, claramente la meta de “crecimiento” que todos los modelos económicos de los países plantean, es claramente contraproducente. Y es posiblemente ese modelo de crecimiento económico una de las fuerzas subyacentes del crecimiento urbano, al ser la ciudad, desde la revoluciona agrícola, el espacio de acumulación de los excedentes por antonomasia.
Puede que el decrecimiento, desde el punto de vista económico, sea razonablemente necesario como algunos ya plantean. Por un tiempo. Pero el paradigma no solo económico sino de desarrollo urbano que resulta necesario es el de equilibrio dinámico, vale decir la capacidad de alcanzar ese tamaño – tamaño metabólico – óptimo y ser capaz de mantener ese equilibrio en el tiempo, como lo hacen la mayoría de los sistemas naturales de la biosfera. Tal vez esta transición demográfica que recién comienza permita, al despojarnos del apremio de generar más ciudad para más habitantes, alcanzar la estabilización de los sistemas urbanos.
jueves, 8 de enero de 2009
EL URBANISMO COMO CIENCIA
Patrick Geddes. Cities in Evolution.
El Urbanismo es ciertamente una ciencia. Y tiene como propósito el estudio del fenómeno urbano, mismo que por cierto trasciende las fronteras de la ciudad aun cuando puede tener en esta manifestación fenomenológica el centro de su atención.
Sin embargo como ciencia esta recién en sus albores, en un grado de desarrollo muy básico similar al de la Física antes de las Leyes Universales de Newton o de la Química antes de la conservación de la masa y energía de Lavoasier.
Nos encontramos en los albores del desarrollo del Urbanismo, quienes nos desempeñamos en este campo mas bien somos pre-urbanistas – o probablemente así se nos llame en 100 años mas – por cuanto trabajamos en la oscuridad, sin un marco epistemológico que nos unifique y nos cobije en un proceso de desarrollo propiamente científico como otras disciplinas. Los urbanistas aun no poseemos el marco teórico de leyes del Urbanismo que nos permitan entendernos como científicos, compartir un lenguaje común o un núcleo teórico básico que unifique nuestro quehacer. Incluso a muchos podrá sorprender el hecho de pensar que un urbanista es un científico. Por el contrario en países como el nuestro alejados de los centros generadores de conocimiento, se tiende a relacionar el Urbanismo con campos disciplinares propios de ciertas profesiones, algunos creen que es un arte, o que tiene que ver con la arquitectura o con el paisajismo. Algunos piensan que diseñar plazas es Urbanismo. La verdad es que el Urbanismo se relaciona poco o nada con cualquier tipo de proyecto.
Esto ocurre producto de un escenario confuso, nebuloso, donde no hay claridad conceptual, donde se confunden los términos, donde unos piensan que es un arte y otros están convencidos que es arquitectura un poco mas grande y con algo de espacio público de por medio y entonces, en este país, ser urbanista es diseñar parques y áreas verdes para grandes infraestructuras.
Además del errático proceso formativo de las Universidades, donde a pesar de que algunas profesiones intentan apropiarse de esta disciplina, ya desde los nombres de ciertas facultades, en la realidad no han sido capaces de entregar las herramientas básicas para el desempeño de un Urbanista, al menos en lo que se refiere al pensar y actuar como científico. Y si efectivamente existen algunos Urbanistas en nuestro país es sólo después de un largísimo derrotero de formación de postgrado y ejercicio profesional, en muchos casos ni siquiera parecido a lo recibido durante el pregrado. Hoy día en este país un Urbanista se hace sólo pues no tiene espacio en la Universidad; como científico, no como profesional del desarrollo urbano que es otra cosa.
Por que si existe entonces una diferencia ente el urbanista entendido como científico y el profesional del desarrollo urbano es que el primero es el llamado a “pensar” en el fenómeno urbano, a generar nuevo conocimiento urbanístico, a estudiar con rigurosidad científica ese complejo sistema que denominamos ciudad. Finalmente a investigar no a proyectar.
No obstante a pesar de estar en una fase inicial, este cúmulo epistemológico primigenio comienza a mostrar algunos patrones, lugares comunes que permiten vislumbrar algunos futuros posibles.

Quizás el primero y más importante sea el matrimonio entre Urbanismo y Percepción Remota-SIG. Efectivamente hoy resulta impensable un trabajo urbanístico propiamente tal sin la utilización de estas herramientas y metodologías, esto a pesar de que todavía existen dinosaurios a plumón que intentan estudiar la ciudad con bonitos trazos de colores, por supuesto más relacionados al ámbito de ciertas profesiones y no al Urbanismo como tal.
La inmensa complejidad de la ciudad como sistema hace indispensable la utilización de tecnologías de punta para su mejor estudio. Donde los urbanistas no gozamos de laboratorios para estudiar concienzudamente los procesos urbanos existe la plataforma de modelación espacial que ofrecen los SIG y la percepción remota, que permiten la utilización de metodologías comunes con fuerte base cuantitativa, geo-estadística, con la cual analizar el fenómeno urbano, sobre la base de modelos espaciales y econométricos que corren sobre mapas enlazados a bases de datos permitiendo de esta forma modelar, analizar, diagnosticar la altamente compleja realidad urbana. El Urbanismo tiene en la percepción remota-SIG su primer paradigma.
De hecho unos de los saltos metodológicos más importantes que permiten estas tecnologías es el estudio riguroso y sistemático de aspectos concretos con base cuantitativa. La percepción remota permite el estudio del fenómeno urbano a través de elementos discretos cuantificables y por tanto la generación de patrones y la construcción de modelos espaciales que permiten entender la realidad urbana de una manera científica. Cuantificar, dimensionar, medir, el fenómeno urbano. En algunos casos esto permitirá la construcción de patrones cualitativos o conclusiones cualitativas, pero claramente sin esto, cualquier conjetura sobre aspectos cualitativos no es más que eso, conjetura, modus operandi que en algunas disciplinas como la arquitectura es costumbre.
Hoy día para estudiar la ciudad como urbanista es condición sinequanon hacerlo utilizando SIG y percepción remota. Sin desmedro por supuesto de los artistas tan necesarios en una sociedad, me refiero a los que se dedican a dibujar calles, plazas y edificios a plumón; pero claramente no se trata de urbanistas.
Existe un segundo denominador común en el Urbanismo: es una disciplina espacial y sistémica. Es decir siempre interesa el dónde y el cómo, la ubicación de los elementos del sistema y las relaciones entre ellos. En este caso el sistema es evidentemente un sistema espacial, el sistema urbano y que como se dijo anteriormente transciende las fronteras de su manifestación fenomenológica mas obvia que es la ciudad. Desde algunos puntos de vista puede decirse que el ámbito espacial de la ciudad como sistema hoy abarca casi la totalidad del planeta. Y desde este punto de vista el Urbanismo es entonces la ciencia del territorio por antonomasia.
Percepcion Remota y SIG. Base de datos vector sobre imagen Raster de fondo ciudad de Punta Arenas.
¿ PLANIFICACION URBANA, DISEÑO URBANO O URBANISMO?
Entre toda esta confusión vale la pena hacer una distinción disciplinar.
Primero es necesario erradicar la idea de que el Urbanismo se relaciona con proyectar la ciudad o con algún tipo especifico de proyecto. Aquí hay que deslindar los ámbitos de actuación de ciertas profesiones y especialidades, mismas que en algunos casos cuentan con soporte del Urbanismo como ciencia, pero que en la práctica son ejercicios profesionales distintos por naturaleza del quehacer científico. Los más comúnmente confundidos con el Urbanismo son la Planificación Urbana o territorial y el Diseño Urbano.
Un urbanista estudia la ciudad, como un científico, no intenta proyectarla. Un urbanista se interioriza de los procesos que subyacen al desarrollo urbano e intenta explicarlos sobre la base de un metodología explicita y una aproximación evidentemente discreta y cuantitativa. Un urbanista intenta aportar nuevo conocimiento sobre el fenómeno urbano, conocimiento inexistente, lo que lo valida en su actuar científico. Un urbanista puede también ser un planificador urbano o territorial o un diseñador urbano y desempeñarse en el campo propio de ciertas profesiones ligadas al desarrollo urbano, pero será urbanista solo si su leit motiv esta en la investigación del fenómeno urbano a través del método científico y ligado a esto la producción de nuevo conocimiento. Así hay excelentes planificadores o diseñadores urbanos que no son urbanistas, pues no investigan el fenómeno urbano, trabajan en él, lo intervienen, lo modifican y por tanto su actuar no esta relacionado con la generación de conocimiento sobre el fenómeno urbano, sino sobre un encargo especifico que obedece a intereses particulares y específicos. No son científicos, son profesionales del desarrollo urbano.
Es posible pasar de la Planificación y Diseño Urbano al Urbanismo sólo si de los primeros, como aplicaciones propias de la profesión, resulta posible universalizar aquello como experiencia y constituir un nuevo conocimiento respecto del fenómeno urbano, sobre la base del método científico. Así un Plan Regulador no es ciencia, es un producto específico de una disciplina denominada Planificación Urbana y que entendido como encargo tiene una aplicación muy especifica en una determinada realidad urbana a la que se supone da respuesta. Sin embargo puede estar construido sobre la base de conocimiento urbanístico propiamente tal, como bien puede no estarlo.
De manera similar un parque, ejemplo paradigmático del diseño urbano, normalmente se sustenta en la Planificación Urbana para llegar a la definición arquitectónica de sus componentes, como diseño, no como planificación menos como Urbanismo. Por eso el Diseño Urbano disciplinarmente esta en la interfase entre la Planificación Urbana, disciplina cuyo objetivo es el control de los procesos de desarrollo urbano y la Arquitectura, apegada a la respuesta fenomenológica – formal - al habitar humano en términos de diseño.
En un sistema complejo una propiedad principal es la “emergente” vale decir el todo es más que la sumatoria de las partes, o sea el comportamiento del todo no se relaciona con las propiedades de los elementos que lo componen. El fenómeno urbano como tal trasciende en mucho la manifestación fenomenológica de sus elementos discretos individuales, aún cuando parezca que las arquitecturas en su conjunto configuran el fenómeno urbano no es así. O al menos no mas que los demas elementos que configuran el sistema urbano. La ciudad deviene como sistema de manera autopoiética, no respondiendo a la dinámica especifica de sus componentes sino configurando una organización a partir de estas relaciones que como sistema posee su propio fin, lo que explica también su equifinalidad, pues todo sistema urbano independiente de las condiciones iniciales de su aparición y de la naturaleza de sus componentes llega al mismo fin, ser ciudad.
Si existe alguna relación entre arquitectura y la planificación urbana aunque bastante lejana.
Más bien hay una tensión inversa entre ambas, pues es básicamente el interés privado versus interés colectivo, como leit motiv disciplinar. La arquitectura siempre querrá para sí misma todo lo mejor de un emplazamiento, para satisfacer las demandas de un encargo, por el contrario la planificación urbana buscará siempre maximizar, democratizar, los valores de un lugar manteniéndolos accesibles a todos. El ejemplo de los lugares con buena vista es un clásico. La planificación urbana velará por restringir las alturas de las edificaciones y normar el emplazamiento de los edificios intentando mantener el acceso público a la vista en su máximo posible e idealmente desde el espacio público, el espacio de todos. Las arquitecturas individuales intentarán apropiarse de esa vista lo más que puedan en su propio beneficio, el de sus propietarios. Es decir opera el principio de la tragedia de los recursos comunes[1], nadie se limita por iniciativa propia pensando en el bienestar de los demás, todos operan sobre la lógica del máximo provecho individual, independiente de que la sumatoria de todos esos intereses individuales sea siempre menor que el optimo colectivo.
[1] Garret Gardin, “The Tragedy of Commons". Science, v. 162, 1968, pp. 1243-1248.
viernes, 29 de agosto de 2008
VALORACION: VALOR ECONOMICO V/S VALOR ECOLOGICO
El tema es que necesariamente se requiere que el cambio de paradigma pase además por el cambio de la estructura valórica: vale decir el valor económico de esas áreas será siempre menor que el valor económico del resto del territorio y cualquiera de las otras actividades por cuanto la necesidad de conservar-preservar implica un ahorro hacia el futuro, ahorro que hoy día significa que las actividades sobre esos espacios se privan de ciertos beneficios, independiente de la rentabilidad de largo plazo de ese ahorro. Este cambio de paradigma ético dice relación con que es el valor ecológico el que debe relevarse por sobre el valor económico, cuanto más o menos pesan determinados espacios en la conservación, preservación del medio natural, ecosistemas, redes ecológicas. Es ese valor ecológico el que nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad imperiosa de preservarlos hacia el futuro y no la valoración de eventuales actividades económicas “sostenibles” que hoy día pudieren profitar de ellos. Sin este relevamiento del valor ecológico por sobre el valor económico estaremos siempre supeditando estas áreas al acecho de la sociedad sobre ellas áreas en su necesidad de desarrollarse y de seguir explotando el territorio sin límites. Por eso la valoración ecológica del territorio dice relación directa con los límites – espaciales – del crecimiento. Por eso que valorar económicamente las áreas de relevancia ecológica puede llegar a ser un tremendo error.
La valoración ecológica del territorio es una priorización espacial. En un contexto donde el hombre - técnico que por sobre su condición natural dada esta siempre viviendo en la posibilidad de ser algo diferente según dice ortega – esta constantemente ejerciendo modificaciones sobre el territorio y por otro lado un medio natural en equilibrio dinámico donde ambos deben coexistir, la valoración ecológica actúa como una gradiante de intervención antrópica sobre el territorio, como es ecológica será inversa a la valoración económica que funciona sobre la priorizacion de las actividades humanas sobre el territorio, de los intereses de las sociedades sobre el espacio en términos de ser capaces de solventar el desarrollo, mayor será el valor económico de aquellas áreas que mayores beneficios produzcan a diferencia del valor ecológico que estará en relación con el peso especifico de esos espacios en la mantención de los equilibrios ecosistémicos, sobre los espacios donde se articulan los hubs ecológicos, tendrán entonces una relación inversa.
¿Como valorar, que vale mas ecológicamente hablando?
Aparece el tema funcional, ¿Cual es la importancia ecológica de un glaciar, porque conservar un glaciar? ¿Que relevancia tienen las formaciones geológicas en la mantención de los niveles de homeostasis de los ecosistemas? ¿Cuánto pesa el aporte de nutrientes minerales en estos procesos? O si establecida su importancia como establecer entonces la gradiante de protección respecto de las actividades humanas? ¿Prohibir todo por que la función ecológica es el aporte de nutrientes?
Por que se valora para priorizar, ese es el par, ese es el sentido. La valoración lleva directamente a la determinación de los niveles máximos y mínimos de intervención antrópica en esa gradiante inversa a la económica.
Como establecer, en función del espacio, la estructura de prioridades funcionales que cada uno de ellos aporta en la mantención de los equilibrios ecosistemicos. Eso es valor ecológico.
Esto plantea una paradoja por cuanto la valoración, como acto intrínsecamente subjetivo, dependerá de la escala de valores sociales que la construya. En el caso de la valoración económica del territorio por su característica de ser subyacente al sistema social, existe un calce perfecto entre ambas, la valoración económica ira siempre de la mano de la estructura de valores de la sociedad. Por el contrario la valoración ecológica intenta determinar la gradiante espacial de relevancia para la manutención de las características ecosistemicas del territorio en una aproximación a su funcionalidad, pero como ejercicio de subjetividad endógena siempre estará de alguna manera supeditado a la escala de valores sociales. Esto explica en parte por ejemplo la visión biocéntrica de la conservación que ha primado durante estas últimas décadas. Porque es una valoración de tipo ecológico, la protección de determinadas especies. Pero normalmente esta protección viene de una estructura de valores sociales: porque están en extinción, o porque son singulares, endémicas, hermosas. La función ecológica de esas especies no juega un rol en la definición de su importancia para la conservación biocéntrica, nadie dice ahí cuanto dependen esos ecosistemas de esas especies para su mantención en el largo plazo. Entonces resulta que esa no es una valoración ecológica propiamente tal, sino mas bien es una valoración moral que hace la sociedad respecto de la naturaleza. En el caso especifico de las especies en peligro de extinción una suerte de mea culpa, misma que jamás ha considerado por ejemplo si la extinción de esas especies es una evolución natural. Sin intentar desmerecer su importancia, la protección de especies en vías de extinción no se plantea frente a la pregunta de cuan funcionales han sido esas especies en esos ecosistemas, o si desde el punto de vista ecológico es la competencia, selección natural, o cambio climático de largo alcance[1] el que las ha mermado. La idea de equilibrio dinámico nos confunde. La necesidad de que los ecosistemas evolucionen y cambien adoptando diferentes cadenas tróficas y características se contrapone con nuestra visión estática de crecimiento lineal propia de nuestras sociedades.
En principio seria necesario aproximarse a la valoración ecológica dialécticamente, como par junto con la valoración económica, como gradiantes opuestas. Mirado de esta forma aparece la relación entre valor ecológico y apropiación ecosistémica antrópica del territorio - de los ecosistemas, de los espacios naturales – donde hay una relación entre el valor ecológico que se dará a una determinada área en función de la mayor o menor susceptibilidad, posibilidad o formato de intervención antrópica de ese espacio. Esta relación viene dada por una parte de la subjetividad propia del acto valorativo sobre el espacio, que finalmente viene de una voluntad subjetiva que emana de una determinada estructura de valores de una sociedad y por otro lado porque la valoración ecológica en si misma aparece todavía débil por un bajo grado de conocimiento de la ecología de las áreas naturales, y entonces de las funciones ecológicas de determinados espacios, parches, lugares o formaciones, respecto de su aporte en la mantención de la resiliencia ecosistémica. Por ejemplo en el caso de los glaciares, si se quisiera establecer su valor ecológico en función del hábitat, entendiéndolo como la posibilidad de refugio y alimento para determinadas especies, claramente desde ese punto de vista un glaciar no ofrece ninguna posibilidad por ende su valoración ecológica será mínima; sin embargo no se puede desconocer que la valoración ecológica trasciende el concepto de hábitat, no se trata sólo de la protección de hábitats sino de la importancia que los diferentes elementos juegan en la mantención de las características ecosistémicas en el largo plazo, donde respecto de los glaciares hay otras funciones, características y procesos que no están suficientemente estudiados, conocidos o evaluados muchos desconocidos y por ende es muy difícil evaluar su importancia ecológica integral, como por ejemplo el aporte de nutrientes minerales a los cuerpos de agua, el rol en el balance de agua dulce agua salada, el aporte de oxigeno, el balance térmico en la mantención de ciertos rangos de temperatura por nombrar algunos y los efectos ecológicos de cada unos de estos procesos induce o propicia.
Entonces dado que por lo menos todavía ese tipo de aproximaciones ecológicas resultan conceptual, metodológica e instrumentalmente difíciles de incluir, imposible de evaluar, aparece este cruce con la gradiante antrópica de apropiación. En el caso del glaciar la gradiante de apropiación – y por ende el valor ecológico dado que funcionan como par inverso a mayor grado de apropiación menor valor ecológico - llegaría hasta aquella gama de intervenciones que no alteren los procesos antes descritos y que eventualmente podrían ser soportes de la resiliencia. En el caso del glaciar una extracción de agua sobre ciertos volúmenes que podríamos calificar de industriales en función de la masa total del glaciar, serian contraproducentes, en oposición a una extracción Premium como la que hoy día se hace de pequeños volúmenes para la elaboración de aguas de excelencia, todo esto con los necesarios resguardos. U otro tipo de actividades, aquellas que no afecten estas funciones u otras que se pudieren intuir, estableciendo el abanico de familias de intervenciones antrópicas. Esta es una manera indirecta de llegar al valor ecológico por oposición, como gradiante opuesta e indexado a la estructura valórica de la sociedad y esto por cuanto siempre la valoración es un acto humano subjetivo.
[1] Se refiere al que experimenta la tierra en sus ciclos, no al inducido por el hombre.
viernes, 18 de julio de 2008
PATAGONIA, EL DESAFIO DE LA SOSTENIBILIDAD
Somos un ecosistema de frontera, donde se encuentran, donde limitan, donde friccionan, la esfera de acciones del hombre el ecosistema urbano y el medio natural, virgen y prístino, con su metabolismo propio y niveles de homeostasis prácticamente sin intervención del hombre. Y como es uno de los últimos lugares del mundo donde esta especial condición de frontera existe, es entonces un lugar llamado a plantear nuevos lineamientos para la imperiosa redefinición de la compleja relación entre el hombre y la naturaleza.
Conceptualmente hablando para la Patagonia el gran desafío del futuro no esta en mitigar los daños ambientales. Escasamente se relaciona con buenas prácticas, amables con el ambiente, sustentables como todavía se dice. Por nuestra especial condición tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser los protagonistas de las bases de una nueva relación con la naturaleza. Un nuevo compromiso de equilibrio dinámico donde se respeten los mínimos y máximos que permitan una relación mas permanente en el tiempo, que internalice costos y se preocupe de las diferentes equidades necesarias, sumando a la equidad intergeneracional y social del discurso de la sostenibilidad, la equidad ínter-especifica, vale decir el derecho que también tienen las otras especies a cohabitar con nosotros en un ambiente de sano equilibrio.
Varias son las tareas pendientes para enfrentar esa redefinición irrenunciable de las relaciones hombre-naturaleza. Particularmente ausente esta la discusión legislativa de fondo, donde el gran ausente son los actores locales. Nuestro país, enfrascado en una definición institucional de los años 60 del siglo pasado, aun no despierta del sueño del centralismo, es ciego e insensible a la necesidad imperiosa de entregar a las instituciones de alcance local, la sociedad civil directamente involucrada, a los vecinos finalmente, el rol y la responsabilidad de guiar su propio desarrollo, en nuestra comuna, en nuestra ciudad, en la esquina de nuestro barrio. Otro Ministerio en Morandé con Alameda, por muy bien intencionado que este, no resolverá nuestros australes problemas.
Nuestra región esta llamada no sólo a plantearse frente a su propio futuro, sino también como un actor importante en el futuro del planeta. Somos quienes tenemos la naturaleza al alcance de la mano, sus vecinos más cercanos, quienes realmente compartimos el deslinde. Por eso es nuestro deber convertirnos en una interfase antrópico-natural, un paradigma de equilibrio dinámico que esboce la nueva relación del hombre con su entorno. Porque si esa nueva relación no aparece en este siglo, entonces no quedará mas planeta que consumir.
jueves, 17 de julio de 2008
Ciudad y Democracia
La Democracia como forma de administración político territorial que hemos heredado estaba concebida para y desde la ciudad. La pregunta que podríamos hacernos es si ¿Puede entonces entenderse la Democracia fuera de este contexto, puede esta concepción de representatividad ciudadana extenderse a realidades territoriales mayores?
Para los griegos la ciudad era el centro del mundo y la cultura, la manifestación física del ideario social, religioso y cultural. Su gobierno y su tamaño, no podían dejarse al libre arbitrio. Para los griegos la política básica de cada Ciudad – Estado se manifestaba en el tamaño: cuando se sobrepasaban los 5.000 habitantes, había que fundar otra Ciudad – Estado. Y no en cualquier lugar, sino a una determinada distancia, con el suficiente territorio que le permitiera sustentarse en el tiempo de manera autónoma.
Aristóteles concebía el Estado como una asociación de hombres libres que reconocen un mismo gobierno y que pueden reunirse en asambleas, estimando no ser viable aquel que tuviera más de 10 mil ciudadanos. En lengua griega la palabra polis significaba, a la vez, Ciudad y Estado.
Esta inteligencia espacial – funcional de los griegos permitió que su sistema político, la Democracia, diera los frutos culturales que todos conocemos: en ciudades de 5.000 habitantes, la representatividad de un ciudadano para tomar las decisiones de los otros y con los otros en pro del bien común no era una utopía, era una realidad.
Al extrapolar el sistema democrático, esto es representativo, a tamaños ampliamente superiores a los cuales fue concebido, se producen las iniquidades y deformaciones que hemos visto a través de la historia. Es cierto que hoy la calidad y potencia de las comunicaciones nos permiten optar a universos de representación bastante mayores que 5.000 almas, pero también es cierto que el riesgo que implica es alejar el gobierno de los ciudadanos o en el peor de los casos simplemente caer en la demagogia. Hoy mucho de lo que pretende ser Democracia representativa, y solamente por una cosa de “tamaño” del universo de representación, no es más que demagogia. No es que los políticos estén faltos de verdad, es que el sistema democrático pareciera ser poco funcional para “tamaños” demasiado grandes. La distancia entre el representado y el representante se torna inconmensurable, a pesar de las oficinas de atención de público, o de las tortas que se regalan los fines de semana. El político aparece distante y ajeno, preocupado de otras cosas. Y me refiero específicamente a los niveles “nacionales” de representación, situación que por oposición explica el alto grado de validación que hoy tienen por ejemplo las autoridades locales, porque esas si que están preocupadas de los verdaderos problemas de sus electores, aunque y ese el es tema de fondo de la representatividad, los gobiernos locales en la practica no existen, aplastados por la superestructura de instituciones nacionales y sus replicas regionales.
Una democracia verdaderamente representativa, no puede desprenderse de su realidad espacial. Una realidad geográfica y un colectivo social que le den sentido, donde además su tamaño le permita ser fiel y comprometerse con aquello que pretende representar, además de conocer y “saber” de lo que esta hablando. Esta idea hace pensar que, desde el punto de vista político administrativo, la descentralización no es una quimera, es una necesidad urgente para poder sostener un sistema que hace rato hace aguas. Pero no cualquier descentralización sino una que devuelva la Gobernabilidad a las ciudades, con competencias y autonomías plenas. Volver a la democracia representativa, pero esta vez con poder de decisión, con las facultades reales para poder tomar las riendas del desarrollo local, como lo hacían los griegos con sus ciudades estado. No estar esperando por las decisiones miopes y poco sensibles desde el nivel central. Sino gobernarnos a nosotros mismos desde la ciudad y sobre las enormes riquezas de nuestro territorio. La descentralización, la vuelta del poder a las ciudades, la vuelta a la verdadera democracia.
El medio ambiente mediático
Digo esto porque nos hemos acostumbrado a relacionarnos con el medio ambiente de una manera reactiva, bajo la lógica del modelo presión-estado-respuesta (PER). Así, ninguna aparición del medio ambiente, natural o no, en la palestra de la opinión pública lo hace sino bajo el alero de una escandalización de proyectos y/o efectos que ya se encuentran plasmados y materializados en un pobre medio ambiente que entonces urge limpiar y mitigar.
Al menos en Chile las instituciones preocupadas de los “problemas ambientales[1]” trabajan casi como una oficina de emergencias, con fonos denuncia y vehículos para acudir a las “emergencias ambientales” donde entonces todo el mundo solidariza con este denostado medio ambiente.
Pero esta forma de entender los problemas ambientales encierra el peor de los peligros ya que nos ha impedido poner la atención en la columna vertebral de estos problemas, nos ha cegado a una mirada agregada sobre nuestras sociedades y la macro-relación que establecen con el entorno. Difícilmente podremos entender todas estas supuestas catástrofes ambientales o problemas del medio ambiente sino es bajo la óptica del largo plazo y necesariamente de la planificación.
Desde este punto de vista no existe mejor plan de mitigación que una acertada y sensible anticipación sobre el medio ambiente, que sea capaz de orientar el modelo de desarrollo disminuyendo su perversidad intrínseca, más que la preocupación a veces enfermiza y jibarizada en mediciones parciales de componentes ambientales condenados por patrones de desarrollo ya instalados y que difícilmente desde esa óptica tan reducida del modelo PER encuentren alguna solución.
“Pues no cabe ignorar que mientras nuestros pensadores y científicos se entregan a líneas de investigación alocadas y masturbaciones mentales varias, ¡nuestra biosfera está seriamente dañada, y nuestra propia especie corre peligro de extinción a corto plazo[2]"
Es tremendamente ilustrativo de esta situación lo ocurrido con la Empresa de Celulosa CELCO en Chile el último año. Me ha resultado muy curioso asistir a calurosos debates de expertos respecto de profundos estudios sobre los RILES (residuos industriales líquidos) vertidos al humedal y si estos tienen o no relación con la contaminación del ecosistema y muerte posterior de los cisnes, estudios largos, acuciosos y caros para algo completamente obvio desde el punto de vista territorial: un ecosistema confinado como un humedal no resiste una empresa de celulosa… pero para entender esto hay que tener una mirada espacial y agregada sobre el modelo de localización de actividades y su relación con las sensibilidades ambientales… pero los “entendidos” se pierden en discusiones bizantinas midiendo los SOx y NOx, y lo demás. Mientras otras empresas siguen pidiendo silenciosamente sus permisos.
El desconocimiento de los efectos directos - esos que serian un buen candidato para las noticias - sobre el medio ambiente natural no es un impedimento para tener una mirada agregada sobre el territorio, que cobra sentido cuando se miran los procesos en el largo plazo y que permite acompasar la avasallante utilización que hacemos del medio ambiente con las propiedades ecológicas propias de un entorno que ha tomado miles de años en adoptar la forma y características que hoy vemos. El supuesto es que justamente, mirando sobre los patrones de las actividades en el espacio, y comparándolas con las características propias de un medio natural singular, estaremos mirando la batería de problemas ambientales del futuro, y tendremos entonces una mejor oportunidad de corregir las malas decisiones que estamos tomando hoy día.
También se hace indispensable recuperar una mirada mas centrada en el espacio, como objeto de esa planificación de largo plazo que es necesario reformular. En el sentido de que los estudios ecológicos –esos que nos han acostumbrado a la protección de la “biodiversidad” por sobre la protección de las áreas ecológicas, concepto más integral y que incluye al anterior - muchas veces se pierden en miradas sectoriales y puntuales muy interesantes desde el punto de vista especifico, pero que poco ayudan a la compresión de aquellas variables que es necesario cuidar a fin de encaminarse a una mejor gestión de los espacios naturales.
Por otra parte la gran batería de estudios metabólicos del último tiempo: contabilidad material y energética, termo economía, huella ecológica y otros, soslayan la variable espacial como si los procesos que describen ocurrieran en una dimensión abstracta.
En este sentido tanto los estudios metabólicos, como los sectoriales ecológicos, requieren una interfase, una articulación entre ambas miradas, la agregada metabólica y la ecológica sectorial, que permita hacer confluir aproximaciones tremendamente valiosas que este tipo de estudios tienen, pero que no han permitido generar mejores formas de gestionar el futuro y de relacionarnos con el territorio.
Un problema añadido es la compartimentalización académica. En las ciencias naturales, esta situación queda representada por el énfasis que tradicionalmente se ha puesto en el número de especies, en vez del análisis de los ecosistemas, que es más adecuado para dar cuenta de la interrelación en la naturaleza. Una de las consecuencias importantes de tal orientación tiene su expresión en la gestión medioambiental de las áreas «naturales» como si se tratara de islas y, también, en el interés por la gestión de las áreas silvestres más que de las zonas de residencia humana. Este enfoque está presidido por la idea del medioambiente como una esfera separable de la actividad humana (Pardo M.).
"Pero Naturaleza y Sociedad se mueven en espacios-tiempos con ritmos diferentes, con procesos de autocorrelaciones espacio-temporales. Ambas participan en la organización, en el funcionamiento y en la estructuración de los territorios. Todas estas tensiones pueden ocasionar disfuncionamientos que van hasta la sistemólisis territorial. El funcionamiento de un territorio es el resultado de un campo de tensiones, de la interacción cruzada de un conjunto de tensiones naturales, físicas, sociales, económicas, históricas. Todas esas tensiones están sobre el mismo plan conceptual, en el interior del sistema. Ninguna de ellas predomina a priori, pero ninguna debe ser desdeñable tampoco. Cada una representa una parte de la explicación de un territorio, un porcentaje de varianza que va de 0% + épsilon à 100% - épsilon." (Marchand, 1985)
De esta manera las tensiones físicas, naturales, por una parte y las tensiones socioeconómicas por otra tienen procesos propios y diferentes, y evolucionan con distintas velocidades variables.
Pero separarlas, por el hecho de que sus procesos son de naturalezas diferentes, significa olvidar que éstas tienen al menos dos rasgos comunes, que son el tiempo y el espacio.
[1] Como ellos mismos los denominan y que refuerza el concepto que se transmite.
[2] Riechmann Jorge. Gente que no quiere viajar a Marte, p. 46.