viernes, 18 de julio de 2008

PATAGONIA, EL DESAFIO DE LA SOSTENIBILIDAD

La ubicación geográfica de Punta Arenas en el mundo invita una profunda reflexión. Porque si existe una lección que este pequeño y apartado lugar pudiese dar al mundo es respecto de la nueva relación que debe construir el hombre con la naturaleza: la relación del siglo XXI. En un mundo donde el cambio climático y el agotamiento de los recursos energéticos fósiles ya no son una película de terror sino una aterradora realidad. En un planeta donde hasta los lugares más apartados están ocupados, apropiados y/o influenciados por la esfera de actividades del hombre. Que difícil es encontrar un lugar donde la naturaleza se exprese sin las manchas antrópicas, sin alguna evidencia de ese ecosistema urbano que se extiende por los territorios como metástasis, expandiendo sus cancerígenas células hasta los rincones mas apartados. Porque incluso lo que a nuestros ojos parece natural, los idílicos paisajes agrarios del sur de Chile por ejemplo, incluso ellos no son naturales, sino ecosistemas antropicamente dominados, donde prevalecen la homogeneidad genética y la apropiación de la producción de biomasa que ingresa como insumo al ecosistema urbano, al sistema de acumulación y se transforma en bienes y servicios, en riqueza y bienestar, en edificios y ciudades. Aquellos verdes paisajes hace tiempo que dejaron de ser realmente naturales. Nos engañan nuestros ojos cuando vemos aquel verdor y pensamos en la naturaleza, porque ecosistémicamente aquello es antrópico, es el hinterland de la ciudad. Aquí radica la relevancia mundial de los últimos bastiones vírgenes del plantea, aquellos lugares verdaderamente prístinos como la Patagonia, quizás uno de los más emblemáticos.
Somos un ecosistema de frontera, donde se encuentran, donde limitan, donde friccionan, la esfera de acciones del hombre el ecosistema urbano y el medio natural, virgen y prístino, con su metabolismo propio y niveles de homeostasis prácticamente sin intervención del hombre. Y como es uno de los últimos lugares del mundo donde esta especial condición de frontera existe, es entonces un lugar llamado a plantear nuevos lineamientos para la imperiosa redefinición de la compleja relación entre el hombre y la naturaleza.
Conceptualmente hablando para la Patagonia el gran desafío del futuro no esta en mitigar los daños ambientales. Escasamente se relaciona con buenas prácticas, amables con el ambiente, sustentables como todavía se dice. Por nuestra especial condición tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser los protagonistas de las bases de una nueva relación con la naturaleza. Un nuevo compromiso de equilibrio dinámico donde se respeten los mínimos y máximos que permitan una relación mas permanente en el tiempo, que internalice costos y se preocupe de las diferentes equidades necesarias, sumando a la equidad intergeneracional y social del discurso de la sostenibilidad, la equidad ínter-especifica, vale decir el derecho que también tienen las otras especies a cohabitar con nosotros en un ambiente de sano equilibrio.
Varias son las tareas pendientes para enfrentar esa redefinición irrenunciable de las relaciones hombre-naturaleza. Particularmente ausente esta la discusión legislativa de fondo, donde el gran ausente son los actores locales. Nuestro país, enfrascado en una definición institucional de los años 60 del siglo pasado, aun no despierta del sueño del centralismo, es ciego e insensible a la necesidad imperiosa de entregar a las instituciones de alcance local, la sociedad civil directamente involucrada, a los vecinos finalmente, el rol y la responsabilidad de guiar su propio desarrollo, en nuestra comuna, en nuestra ciudad, en la esquina de nuestro barrio. Otro Ministerio en Morandé con Alameda, por muy bien intencionado que este, no resolverá nuestros australes problemas.
Nuestra región esta llamada no sólo a plantearse frente a su propio futuro, sino también como un actor importante en el futuro del planeta. Somos quienes tenemos la naturaleza al alcance de la mano, sus vecinos más cercanos, quienes realmente compartimos el deslinde. Por eso es nuestro deber convertirnos en una interfase antrópico-natural, un paradigma de equilibrio dinámico que esboce la nueva relación del hombre con su entorno. Porque si esa nueva relación no aparece en este siglo, entonces no quedará mas planeta que consumir.

2 comentarios:

José Fariña dijo...

Luis: me parece fantástico el halo romántico con el que rodeas tu tierra y la defensa que haces de su naturaleza. Tu postura personal y programática parece clara. Pero también me gustaría leer algún artículo crítico sobre la mala utilización que se está haciendo de esa naturaleza. Por lo menos eso es lo que pasa en mi tierra y supongo que por ahí también. Las quemas de bosques, las construcciones en lugares inadecuados, la utilización turística masiva de algunos lugares sin haber hecho los mínimos estudios de su capacidad de carga ambiental (ni tan siquiera turística). Eso pasa a menudo en los lugares que conozco más. Me gusta el planteamiento que haces. Te animo a que no lo dejes y sigas escribiendo acerca de esa tierra extraordinaria. Suerte.

Unknown dijo...

Pepe, gracias por tus comentarios. La verdad cuesta preocuparse por la naturaleza en nuestros tiempos, siempre se topa con nuestras espectativas de bienestar. Tambien cuesta mantener esto al dia. Acabo de publicar otra entrada, mas referida - al menos conceptualmente - al tema del valor. Ando en esos derroteros, siempre se agradece tu aguda opinion.