viernes, 29 de agosto de 2008

VALORACION: VALOR ECONOMICO V/S VALOR ECOLOGICO

La valoración económica del territorio es un proceso social subyacente que ocurre espontánea e implícitamente al desarrollo de la base económica de cualquier sociedad en el espacio. A diferencia, la valoración económica de espacios naturales protegidos viene de la necesidad de relevar la importancia de aquellos en un contexto en que hoy priman los intereses económicos; el discurso es: en la medida que no se les de valor económico a estas áreas, estarán en desventaja respecto del resto de las actividades en el territorio.
El tema es que necesariamente se requiere que el cambio de paradigma pase además por el cambio de la estructura valórica: vale decir el valor económico de esas áreas será siempre menor que el valor económico del resto del territorio y cualquiera de las otras actividades por cuanto la necesidad de conservar-preservar implica un ahorro hacia el futuro, ahorro que hoy día significa que las actividades sobre esos espacios se privan de ciertos beneficios, independiente de la rentabilidad de largo plazo de ese ahorro. Este cambio de paradigma ético dice relación con que es el valor ecológico el que debe relevarse por sobre el valor económico, cuanto más o menos pesan determinados espacios en la conservación, preservación del medio natural, ecosistemas, redes ecológicas. Es ese valor ecológico el que nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad imperiosa de preservarlos hacia el futuro y no la valoración de eventuales actividades económicas “sostenibles” que hoy día pudieren profitar de ellos. Sin este relevamiento del valor ecológico por sobre el valor económico estaremos siempre supeditando estas áreas al acecho de la sociedad sobre ellas áreas en su necesidad de desarrollarse y de seguir explotando el territorio sin límites. Por eso la valoración ecológica del territorio dice relación directa con los límites – espaciales – del crecimiento. Por eso que valorar económicamente las áreas de relevancia ecológica puede llegar a ser un tremendo error.
La valoración ecológica del territorio es una priorización espacial. En un contexto donde el hombre - técnico que por sobre su condición natural dada esta siempre viviendo en la posibilidad de ser algo diferente según dice ortega – esta constantemente ejerciendo modificaciones sobre el territorio y por otro lado un medio natural en equilibrio dinámico donde ambos deben coexistir, la valoración ecológica actúa como una gradiante de intervención antrópica sobre el territorio, como es ecológica será inversa a la valoración económica que funciona sobre la priorizacion de las actividades humanas sobre el territorio, de los intereses de las sociedades sobre el espacio en términos de ser capaces de solventar el desarrollo, mayor será el valor económico de aquellas áreas que mayores beneficios produzcan a diferencia del valor ecológico que estará en relación con el peso especifico de esos espacios en la mantención de los equilibrios ecosistémicos, sobre los espacios donde se articulan los hubs ecológicos, tendrán entonces una relación inversa.
¿Como valorar, que vale mas ecológicamente hablando?
Aparece el tema funcional, ¿Cual es la importancia ecológica de un glaciar, porque conservar un glaciar? ¿Que relevancia tienen las formaciones geológicas en la mantención de los niveles de homeostasis de los ecosistemas? ¿Cuánto pesa el aporte de nutrientes minerales en estos procesos? O si establecida su importancia como establecer entonces la gradiante de protección respecto de las actividades humanas? ¿Prohibir todo por que la función ecológica es el aporte de nutrientes?
Por que se valora para priorizar, ese es el par, ese es el sentido. La valoración lleva directamente a la determinación de los niveles máximos y mínimos de intervención antrópica en esa gradiante inversa a la económica.
Como establecer, en función del espacio, la estructura de prioridades funcionales que cada uno de ellos aporta en la mantención de los equilibrios ecosistemicos. Eso es valor ecológico.
Esto plantea una paradoja por cuanto la valoración, como acto intrínsecamente subjetivo, dependerá de la escala de valores sociales que la construya. En el caso de la valoración económica del territorio por su característica de ser subyacente al sistema social, existe un calce perfecto entre ambas, la valoración económica ira siempre de la mano de la estructura de valores de la sociedad. Por el contrario la valoración ecológica intenta determinar la gradiante espacial de relevancia para la manutención de las características ecosistemicas del territorio en una aproximación a su funcionalidad, pero como ejercicio de subjetividad endógena siempre estará de alguna manera supeditado a la escala de valores sociales. Esto explica en parte por ejemplo la visión biocéntrica de la conservación que ha primado durante estas últimas décadas. Porque es una valoración de tipo ecológico, la protección de determinadas especies. Pero normalmente esta protección viene de una estructura de valores sociales: porque están en extinción, o porque son singulares, endémicas, hermosas. La función ecológica de esas especies no juega un rol en la definición de su importancia para la conservación biocéntrica, nadie dice ahí cuanto dependen esos ecosistemas de esas especies para su mantención en el largo plazo. Entonces resulta que esa no es una valoración ecológica propiamente tal, sino mas bien es una valoración moral que hace la sociedad respecto de la naturaleza. En el caso especifico de las especies en peligro de extinción una suerte de mea culpa, misma que jamás ha considerado por ejemplo si la extinción de esas especies es una evolución natural. Sin intentar desmerecer su importancia, la protección de especies en vías de extinción no se plantea frente a la pregunta de cuan funcionales han sido esas especies en esos ecosistemas, o si desde el punto de vista ecológico es la competencia, selección natural, o cambio climático de largo alcance[1] el que las ha mermado. La idea de equilibrio dinámico nos confunde. La necesidad de que los ecosistemas evolucionen y cambien adoptando diferentes cadenas tróficas y características se contrapone con nuestra visión estática de crecimiento lineal propia de nuestras sociedades.
En principio seria necesario aproximarse a la valoración ecológica dialécticamente, como par junto con la valoración económica, como gradiantes opuestas. Mirado de esta forma aparece la relación entre valor ecológico y apropiación ecosistémica antrópica del territorio - de los ecosistemas, de los espacios naturales – donde hay una relación entre el valor ecológico que se dará a una determinada área en función de la mayor o menor susceptibilidad, posibilidad o formato de intervención antrópica de ese espacio. Esta relación viene dada por una parte de la subjetividad propia del acto valorativo sobre el espacio, que finalmente viene de una voluntad subjetiva que emana de una determinada estructura de valores de una sociedad y por otro lado porque la valoración ecológica en si misma aparece todavía débil por un bajo grado de conocimiento de la ecología de las áreas naturales, y entonces de las funciones ecológicas de determinados espacios, parches, lugares o formaciones, respecto de su aporte en la mantención de la resiliencia ecosistémica. Por ejemplo en el caso de los glaciares, si se quisiera establecer su valor ecológico en función del hábitat, entendiéndolo como la posibilidad de refugio y alimento para determinadas especies, claramente desde ese punto de vista un glaciar no ofrece ninguna posibilidad por ende su valoración ecológica será mínima; sin embargo no se puede desconocer que la valoración ecológica trasciende el concepto de hábitat, no se trata sólo de la protección de hábitats sino de la importancia que los diferentes elementos juegan en la mantención de las características ecosistémicas en el largo plazo, donde respecto de los glaciares hay otras funciones, características y procesos que no están suficientemente estudiados, conocidos o evaluados muchos desconocidos y por ende es muy difícil evaluar su importancia ecológica integral, como por ejemplo el aporte de nutrientes minerales a los cuerpos de agua, el rol en el balance de agua dulce agua salada, el aporte de oxigeno, el balance térmico en la mantención de ciertos rangos de temperatura por nombrar algunos y los efectos ecológicos de cada unos de estos procesos induce o propicia.
Entonces dado que por lo menos todavía ese tipo de aproximaciones ecológicas resultan conceptual, metodológica e instrumentalmente difíciles de incluir, imposible de evaluar, aparece este cruce con la gradiante antrópica de apropiación. En el caso del glaciar la gradiante de apropiación – y por ende el valor ecológico dado que funcionan como par inverso a mayor grado de apropiación menor valor ecológico - llegaría hasta aquella gama de intervenciones que no alteren los procesos antes descritos y que eventualmente podrían ser soportes de la resiliencia. En el caso del glaciar una extracción de agua sobre ciertos volúmenes que podríamos calificar de industriales en función de la masa total del glaciar, serian contraproducentes, en oposición a una extracción Premium como la que hoy día se hace de pequeños volúmenes para la elaboración de aguas de excelencia, todo esto con los necesarios resguardos. U otro tipo de actividades, aquellas que no afecten estas funciones u otras que se pudieren intuir, estableciendo el abanico de familias de intervenciones antrópicas. Esta es una manera indirecta de llegar al valor ecológico por oposición, como gradiante opuesta e indexado a la estructura valórica de la sociedad y esto por cuanto siempre la valoración es un acto humano subjetivo.
[1] Se refiere al que experimenta la tierra en sus ciclos, no al inducido por el hombre.