viernes, 27 de agosto de 2010

EL OLVIDADO TERRITORIO, LA PRIMERA VARIABLE AMBIENTAL

El medio ambiente ha irrumpido en el tapete mediático de la panóptica civilización occidental fuertemente durante la última década convirtiéndose en un importante protagonista de los noticiarios. Nos hemos acostumbrado a ver al medio ambiente como algo que se está atacando hoy día, y que es necesario “mitigar” de manera urgente y reactiva, saliendo a las calles con pancartas contra termoeléctricas, y otros monstruos que el homo economicus ha concebido.

Normalmente esto ocurre después de que algún noticiero ha puesto el tema sobre la mesa, y por que no decirlo, cuando las demás noticias no dan para mucho. El medio ambiente mediático es quizás uno de los mayores peligros para el medio ambiente real.

Digo esto porque nos hemos acostumbrado a relacionarnos con el medio ambiente de una manera reactiva, bajo la lógica del modelo presión-estado-respuesta (PER). Así, ninguna aparición del medio ambiente en la palestra de la opinión pública lo hace sino bajo el alero de una escandalización de proyectos y/o efectos que ya se encuentran plasmados y materializados en un pobre medio ambiente que entonces urge salvar, limpiar y mitigar.

En Chile las instituciones preocupadas de los “problemas ambientales” – utilizando la jerga del sector - trabajan como oficina de emergencias, con fonos denuncia y vehículos para acudir a las “emergencias ambientales” donde entonces todo el mundo solidariza con el denostado medio ambiente.

Es muy ilustrativo de esta situación lo ocurrido con la Empresa de Celulosa CELCO en Valdivia, Chile hace un tiempo atrás. Me resultaron muy curiosos los calurosos debates de expertos respecto de profundos estudios sobre los RILES (residuos industriales líquidos) vertidos al humedal y si estos tienen o no relación con la contaminación del ecosistema y muerte posterior de los cisnes, estudios largos, acuciosos y costosos para algo obvio: un ecosistema confinado como un humedal no resiste una empresa de celulosa. Y este no es un problema tecnológico, es un tema de sentido común. Pero para entender esta máxima hay que tener una mirada espacial y agregada sobre los patrones de localización de las actividades y su relación con las sensibilidades ambientales. Por el contrario los “expertos” prefieren perderse en discusiones bizantinas midiendo los SOx y NOx, etc. en un onanismo intelectual circular mientras otras empresas siguen pidiendo silenciosamente sus permisos ambientales.

Situación similar ha ocurrido este año con la termoeléctrica en Barrancones (Punta de Choros), problema que finalmente termino “presidencializándose”. Cuando el presidente de la república tiene que atender un tema que por su escala y filiación epistemológica corresponde a los niveles intermedios de la administración pública en un estado de derecho, entonces nos parecemos mas a Haití (sin desmerecer) que a Alemania.

La actual forma de entender nuestra relación con el medio ambiente, con la naturaleza, mediante los llamados “problemas ambientales” encierra el peor de los peligros ya que nos ha impedido poner la atención en la columna vertebral de estos problemas, nos ha cegado a una mirada agregada sobre nuestras sociedades y la macro-relación que establecen con el entorno. Difícilmente podremos entender todas estas supuestas catástrofes ambientales o problemas del medio ambiente sino es bajo una óptica territorial y de largo plazo, necesariamente de la mano de la planificación.
Desde este punto de vista no existe mejor plan de mitigación que una acertada y sensible anticipación sobre el medio ambiente, que sea capaz de orientar el modelo de desarrollo disminuyendo su perversidad intrínseca, más que la preocupación a veces enfermiza y jibarizada en mediciones parciales de componentes ambientales condenados por patrones de desarrollo ya instalados y que difícilmente desde la óptica actual tan reducida encuentren alguna solución.

Pues no cabe ignorar que mientras nuestros pensadores y científicos se entregan a líneas de investigación alocadas y masturbaciones mentales varias, ¡nuestra biosfera está seriamente dañada, y nuestra propia especie corre peligro de extinción a corto plazo. (Riechmann Jorge. Gente que no quiere viajar a Marte, p. 46.)

El desconocimiento de los efectos directos - esos que serian un buen candidato para las noticias - sobre el medio ambiente es parte de nuestra miopía social que nos impide mirar los procesos en el largo plazo, como una manera de acompasar la avasallante utilización que hacemos del territorio con las propiedades ecológicas que han tomado centurias en adoptar la forma y características que hoy vemos.
Sólo mirando sobre los patrones de las actividades en el medio, y comparándolas con las características propias de un medio natural de singulares características, estaremos mirando la batería de problemas ambientales del futuro, y tendremos entonces una mejor oportunidad de corregir las malas decisiones que tomamos hoy día.
Para esto resulta vital recuperar una mirada centrada en el territorio, como objeto de esa planificación de largo plazo que es necesario reformular. Allí donde las evaluaciones de impacto ambiental se pierden en miradas sectoriales y puntuales incapaces de evaluar entre distintas alternativas de localización para los proyectos - situación absurda pues es la localización la primera variable ambiental - poco ayudan a la compresión de aquello necesario de cuidar a fin de encaminarse a una mejor gestión de los espacios naturales y del territorio.

Chile sigue con la asignatura de valoración de su territorio pendiente. Se sigue confiando en un Sistema de Evaluación Ambiental bizarro, con una inconsistencia kafkiana, que termina finalmente en aprobaciones políticas que miden U$ de inversión y generación de empleo y donde la evaluación de alternativas de localización, elemento básico para evaluar impactos, no existe. Hoy se evalúa el proyecto en si mismo, absurdo cuando en realidad si de evaluación se trata hay que tener alternativas, entonces ¿Qué se evalúa? Cuanto más o menos se permite contaminar. Pero el lugar lo eligen los empresarios encerrados en cuatro paredes bajo criterios económicos de corto plazo que nunca nadie ha evaluado en este país. O sea el lobo cuidando las ovejas: se deja la evaluación ambiental más importante en manos del sector privado, porque la localización, esa no la evalúa nadie, el privado presenta su proyecto donde mejor le place y el Estado tiene que hacer su pseudoevaluación en ese lugar le guste o no.

Y como consuelo se sigue confiando en el cumplimiento de la norma: “pero, ¿qué son las normas? Ciertamente no son definiciones científicas acerca de qué niveles de tal o cual sustancia no alteran perjudicialmente el entorno; las normas ambientales son sólo resultados de transacciones políticas relativas entre intereses y como tales revisten la calidad de simples convenciones. Las ambientales son como las normas de Ginebra acerca de la conducta en la guerra: se mata igual, pero se promete no usar balas "Dum Dum" o fósforo blanco.

Se desconocen los patrones de utilización del territorio y su relación con el medio natural y los efectos que a partir de estas relaciones se producirán en el largo plazo, quedando en las tinieblas las tendencias que se instalan. Son interrogantes poco relevantes para el colectivo social.

Por el contrario se requiere dejar atrás la concepción actual del territorio únicamente como recurso y comenzar a considerar la naturaleza desde sus propias necesidades, lo que Leopold llama la tercera ética.

Si no se incluye una óptica territorial ecológica, si a la luz de una nueva concepción no se reformulan los marcos metodológicos y epistemológicos del ordenamiento del territorio, seguiremos cometiendo los mismos errores del pasado, el pensar que tenemos suficiente planeta para todos nuestros caprichos.

Me parece inconcebible que pueda existir una relación ética con la tierra sin amor, respeto y admiración por la tierra, y sin un gran aprecio por su valor. Por valor me refiero, obviamente, a algo mucho más amplio que el mero valor económico; me refiero al valor en el sentido filosófico. (Leopold, La ética de la tierra 1966, página 39).

jueves, 3 de junio de 2010

Fenómeno Urbano y Patrón de Crecimiento

La gran mayoría de los sistemas ecológicos que encontramos en la naturaleza, desde los organismos vivos como nosotros mismos, hasta los ecosistemas, manifiestan en términos metabólicos un desarrollo en fases sucesivas conducentes a estadios de equilibrio dinámico, en el que se mantienen por un cierto tiempo, antes de entrar en fases de decaimiento y muerte. En fases maduras de equilibro dinámico los sistemas naturales mantienen los volúmenes de materia y energía en niveles mas o menos constantes, con fluctuaciones inscritas en rangos específicos que dependerán del sistema de que se trate.

Fuente: Odum 1969. http://habitat.aq.upm.es/boletin/n26/aeodu.html#fnmark-1

La ciudad, muy por el contrario no obedece a este principio ecológico. Si bien puede considerarse que en algunos casos y en algún momento de su desarrollo algunas ciudades mantuvieron sus tamaños con fluctuaciones menores, desde la revolución industrial en todos los casos han experimentado crecimientos explosivos y descontrolados que han puesto en jaque al planeamiento por más de una centuria.
En el escenario post revolución industrial se ha aceptado por regla general que este crecimiento urbano, llamado en la literatura proceso de urbanización, esta acoplado al crecimiento demográfico y se explica con el aumento de la población.

Sin embargo durante las ultimas décadas y particularmente en algunas ciudades europeas con estados avanzados de transición demográfica e incluso despoblamiento, los patrones de crecimiento y expansión urbana siguen siendo persistentes. A la luz de esta evidencia empírica las ciudades no estarían creciendo unicamente acopladas al crecimiento demográfico tal y como se pensaba sino que estarian concurriendo otros factores y dinámicas que el urbanismo actual no ha sido capaz de responder.

Imagen satelital de tierra del Fuego. Fuente NASA.

Dos tipos de patrones de desarrollo y/o crecimiento para el fenómeno urbano:
• Primero hoy día las ciudades manifiestan un comportamiento autopoiético, de perpetuación de ellas mismas por ellas mismas siguiendo la definición de Maturana,
• Este crecimiento o desarrollo es acelerado y discontinuo en el espacio. Nucleado en la ciudad histórica como centro de comando pero esparcido en el territorio.

Desde este punto de vista es posible establecer similitudes con los patrones de crecimiento y desarrollo del cáncer en los tejidos celulares (NAREDO 2004), argumento reforzado por el desacoplamiento entre el crecimiento urbano y el demográfico.

Cáncer. La palabra cáncer deriva del latín, y como la derivada del griego karkinos, significa 'cangrejo'. Se dice que las formas corrientes de cáncer avanzado adoptan una forma abigarrada, con ramificaciones, que se adhieren a todo lo que agarra, con la obstinación y forma similar a la de un cangrejo marino, y de ahí deriva su nombre. Se considera a veces sinónimo de los términos 'neoplasia' y 'tumor'; sin embargo, el cáncer siempre es una neoplasia o tumor maligno. (Wikipedia)
Desde el punto de vista del territorio el crecimiento ilimitado de las ciudades y la expansión del fenómeno urbano a todos los rincones del planeta bajo los diferentes formatos que asume, puede considerarse anómalo, toda vez que su principal síntoma es el cambio en el uso y cobertura del suelo con todos sus impactos asociados: alteración y/o degradación de los ecosistemas, homogenización del territorio, pérdida de hábitats y especies, entre muchas otras patologías espaciales.
Es necesario incluir restricciones al desarrollo urbano, acoplando los patrones de desarrollo de los sistemas urbanos con los de los sistemas naturales. Llevar el sistema urbano a niveles de equilibrio dinámico donde los intercambios de materia y energía se mantengan en determinados rangos y siempre de acuerdo a la disponibilidad LOCAL de recursos.

Imagen satelital Landsat de Ecuador. Fuente NASA.

Si analizamos ahora este nuevo paradigma del desarrollo urbano a la luz de la economía, claramente la meta de “crecimiento” que todos los modelos económicos de los países plantean, es claramente contraproducente. Y es posiblemente ese modelo de crecimiento económico una de las fuerzas subyacentes del crecimiento urbano, al ser la ciudad, desde la revoluciona agrícola, el espacio de acumulación de los excedentes por antonomasia.
Puede que el decrecimiento, desde el punto de vista económico, sea razonablemente necesario como algunos ya plantean. Por un tiempo. Pero el paradigma no solo económico sino de desarrollo urbano que resulta necesario es el de equilibrio dinámico, vale decir la capacidad de alcanzar ese tamaño – tamaño metabólico – óptimo y ser capaz de mantener ese equilibrio en el tiempo, como lo hacen la mayoría de los sistemas naturales de la biosfera. Tal vez esta transición demográfica que recién comienza permita, al despojarnos del apremio de generar más ciudad para más habitantes, alcanzar la estabilización de los sistemas urbanos.