viernes, 23 de septiembre de 2011

Las sociedades se desarrollan con personas

Las sociedades están constituidas por personas, ni por inversiones, ni infraestructuras, como algunos pretenden convencernos y por esta razón el desarrollo de la sociedad se relaciona directamente con el desarrollo de sus gentes. Esta observación tan obvia es constantemente ignorada en las propuestas que nos acosan mediaticamente desde todos los sectores. Todos ofrecen más de lo mismo, empleo, seguridad ciudadana, mejores pensiones, mejor sueldo mínimo y otras tantas promesas repetidas que nos hemos acostumbrado a escuchar. Lamentablemente los problemas sociales, el empleo, seguridad ciudadana, pensiones y sueldos mínimos, no se arreglan de un día para otro ni por arte de magia y por esta razón requieren de un análisis más profundo y comprometido, de largo plazo por cierto.

Para el caso de las regiones, y particularmente las de frontera como Magallanes, esto es todavía más dramático, porque nuestros problemas no son realmente aquellos que aparecen milagrosamente resueltos en los acalorados discursos proselitistas que les gusta tanto mostrar a los noticieros. Esos que aparecen como nuestros problemas son en realidad las consecuencias de nuestros verdaderos problemas, los que hace mucho tiempo no son enfrentados de manera efectiva, y lo que resulta más preocupante, es que no se les da la atención que merecen.

Porque efectivamente las sociedades se desarrollan, esto es logran mejores condiciones de vida, con personas. No con asistencialismo del Estado ni lucro del mercado. O con los modelos de industrialización, de sustitución de importaciones o de polos de desarrollo, todas visiones obsoletas del siglo pasado, discursos oxidados sacados de un baúl polvoriento, incapaces de mirar el futuro enigmático que nos presenta el siglo XXI.

Son las personas los únicos motores de desarrollo que pueden transformar hasta el desierto mas yermo en un vergel. Y no tenemos que mirar tan lejos, si esta región es un notable ejemplo de aquello: Magallanes debe su origen y todo lo bueno que tiene al empuje y tesón de aquellos que llegaron a principios del siglo XX y convirtieron la fría estepa en uno de los espacios sociales más espléndidos del Chile del 1900. Con sus bemoles pero así fue.

Sin embargo y para ser sinceros esta región no fue capaz de capitalizar en el largo plazo aquel florecimiento de principios del siglo XX. Al margen de las causas históricas que nos han afectado desde entonces, es claro que la dimensión de frontera de nuestra región nos configura de una manera diferente al resto del país y en eso estamos todos de acuerdo. Pero lo que resulta insólitamente preocupante es la incapacidad como colectivo social de articular estas especiales características en las que todos estamos de acuerdo en una propuesta concreta de desarrollo, que sea coherente y unitaria, que sea el reflejo de aquello que necesitamos para lograr convertirnos en un mejor espacio social hacia el futuro: una visión conjunta de esta sociedad de frontera que es Magallanes. Por el contrario, nos hemos convertido en una sociedad reaccionaria, que enfrenta los problemas cuando éstos ya se han gatillado o cuando la contingencia los pone en tabla, sin capacidad de anticipación y de propuesta. ¿Qué dicen las propuestas respecto del desarrollo de Magallanes? ¿Cómo convertirán a Magallanes en el nuevo cluster del desarrollo turístico de la Patagonia? ¿Cómo nos debemos relacionar con el medio natural frágil y especial que poseemos, a fin de no matar la gallina de los huevos de oro? ¿Con que capacidad y con qué gente? ¿Con cuanta gente, y de qué perfiles técnico-profesionales? ¿Qué articulaciones entre empresas e Universidades se requiere? ¿Qué cambios paradigmáticos requieren nuestras Universidades regionales para insertarse como engranajes del desarrollo? ¿Qué tipo de educación debemos impartir en los diferentes niveles? ¿Cuánto apoyo del nivel central y cuanto grado de autonomía? ¿Qué estructura institucional e instrumentos de desarrollo y fomento? ¿Con que políticas de poblamiento e inmigración? ¿Con qué Políticas de desarrollo territorial, en una región con el 78% del territorio aún en manos del Estado? ¿Finalmente con que políticas podremos despegar definitivamente de ese letargo que todavía nos cubre como una sombra? Y todavía mas preocupante, ¿De qué forma enfrentaremos el inevitable ciclo de contracción que manifestará nuestro turismo estrella? ¿Con qué diversificación de nuestra base económica?

Es preocupante que no exista una propuesta coherente a nivel regional para enfrentar el futuro y que sigamos anclados al asistencialismo desde el nivel central. Y es todavía más preocupante considerando que efectivamente se viven buenos tiempos. Porque los tiempos de vacas gordas hay que saber capitalizarlos, para cuando lleguen las vacas flacas. De lo contrario estaremos cometiendo los mismos errores del 1900, esos que sumergieron a Magallanes en el letargo, y tendremos que volver a esperar otros 100 o 150 años para tener un momento tan bueno como el que hoy vivimos, para volver a tener la oportunidad histórica de convertir en realidad nuestros sueños de un futuro mejor para nuestros hijos.

Porque la República Independiente de Magallanes necesita dejar de ser solo una evocadora frase acuñada y convertirse en una propuesta concreta hacia el futuro.