lunes, 30 de enero de 2012

NIVELAR PARA ABAJO: EL PENDULO DE LA HISTORIA EN LA CRISIS DEL GAS EN MAGALLANES. A veces la historia parece un péndulo que vuelve rítmicamente a los

mismos extremos.

Hace 100 años Punta Arenas era una de las ciudades más prósperas de Chile. Prosperidad que se cimentó en 3 pilares: inmigración (social), ganadería lanar (atributo geográfico), régimen de puerto libre (económica). Tal conjugación de factores produjo un acelerado e impresionante desarrollo económico y social en apenas 2 décadas, la época de oro de Magallanes, que dejo profundas huellas, entre ellas una esplendida ciudad repleta de magnifica arquitectura que todavía maravilla a sus visitantes.
Sin embargo tanta prosperidad era muy mal vista por la aristocracia santiaguina. Años antes, cuando se definían los limites australes con Argentina, Barros Arana diría de la Patagonia que era una zona inhóspita y despreciable, “un yermo”, un desierto donde no florece nada, definiéndola así en su libro “Elementos de Geografía Física” el cual fue introducido como texto oficial de los liceos de Chile.
Al abrigo de esas y otras abyectas apreciaciones se pone término en 1913 al régimen aduanero especial de Punta Arenas.
Los argumentos que justificaban tal medida son impresionantemente similares a los que se dan hoy día para quitar el subsidio al gas: que la región vive un régimen de privilegios, que la calidad de vida es superior a la del resto del país, que tal situación es discriminatoria con el resto de los habitantes, que es necesario nivelar la situación con la realidad nacional y evitar abusos e incentivar en desarrollo, etc.
Volviendo a la historia de la aduana en Magallanes los beneficios que recibió el Estado con el impuesto fueron mínimos, la recaudación fue tan baja que en poco o nada abultaron las arcas fiscales de la época, tal como ocurre hoy con la recaudación que se recibirá del mayor valor del gas al quitar el subsidio. Sin embargo el efecto de la medida fue tremendo: los impuestos aduaneros fueron la lápida del floreciente comercio regional.
Vista la medida en la perspectiva de la historia mas parece una nivelación para abajo, dejar a la región tan al nivel del resto del país. Una situación de justicia, acabar con la fiesta de una vez por todas. Y lo lograron.
Los efectos no se hicieron esperar. El tráfico marítimo disminuyó drásticamente a niveles mínimos y el comercio general en la ciudad se desplomó rápidamente. El golpe de gracia vendría con la apertura del Canal de Panamá en 1914 y la segunda guerra mundial en 1918. Así Magallanes no debió esperar la crisis del 29 para su miseria pues ésta había comenzado antes con la decidía de las autoridades centralistas. La región se hundió en un letargo por más de 3 décadas, el despoblamiento y la desesperanza hicieron presa del pequeño cuerpo social, las familias afortunadas y los capitales emigraron a Argentina mientras la región se sumergía en una profunda crisis que duró hasta el descubrimiento de petróleo en 1945.
Efectivamente, fueron los hidrocarburos, petróleo y gas, descubiertos en Sprinhill en 1945 los que sacaron a la región de su estancamiento económico en un proceso de reconversión productiva que duro varias décadas. De esta manera surge ENAP en 1950. De esta manera Magallanes se convierte en la única región en Chile productora de hidrocarburos, aportando al desarrollo del país por mas de 50 años. Con recursos naturales provenientes de ese yermo que definía Barros Arana en el siglo XIX.
Se argumenta que la ENAP esta quebrada, sin embargo el subsidio tiene un peso marginal frente al monto del endeudamiento. Que la empresa esta en riesgo, sin embargo tiene participación en 19 empresas nacionales e internacionales, ha tenido utilidades de varios miles de millones de dólares durante los últimos años y además, como empresa, paga impuestos que ascienden al 17% del ejercicio anual. Impuestos que van al mismo Estado, o sea su dueño. Es decir meterse la mano en un bolsillo para ponerlo en el otro.
Esta forma de proceder solo encuentra justificación en la miope mirada neoliberal del desarrollo, esa que no acepta que el Estado tenga participación en el sector productivo, sin importar que se trate de áreas estratégicas para el desarrollo, y que sólo evalúa en función de resultados cortoplacistas y de utilidades.
Las regiones requieren un apoyo sustantivo y decidido del Estado para su desarrollo. Los procesos de desarrollo económico regional poseen inercias que están correlacionadas con sus tamaños. Economías más grandes y robustas como las de la capital resisten de mejor forma los embates producto de cambios en las políticas arancelarias y de subsidios que otras más pequeñas, con menores masas productivas no pueden absorber.
¿Qué aporte al desarrollo regional han tenido entonces las utilidades de ENAP a lo largo de 50 años de explotación? ¿Qué le queda a la región de Magallanes hoy, además de pasivos ambientales y subsidios efímeros? Son preguntas de geopolítica, que además ya están contestadas al otro lado de la frontera, donde el poblamiento argentino ha sido vertiginoso triplicando la población de Magallanes. Y este es un tema central en el desarrollo de esta austral región: Magallanes nace como región en un intento por evitar que dichos territorios fueran reclamados por franceses, ingleses… y luego argentinos.
Se trata de una región que en dos oportunidades en su historia ha tenido posibilidades de desarrollo sin depender del Estado nacional. En ambos casos el centralismo enfermizo de Chile ha asfixiado tales posibilidades en una mirada que no ve con buenos ojos el emprendimiento regional y el esfuerzo con buenos frutos, cuando este ocurre lejos de Santiago y de las cúpulas de poder. Hoy la región esta en su tercera reconversión productiva, desde los hidrocarburos hacia las actividades terciarias lideradas por el turismo. Ojala este golpe al subsidio del principal insumo energético de la economía regional no sea otra pesada lápida para el desarrollo de una región que debe luchar no sólo contra el agresivo clima y geografía, sino mucho mas contra el propio Estado, ese que debería estar al servicio del desarrollo de todo el territorio nacional y no solo preocupado de mantener los enormes privilegios de la clase asentada en la ciudad capital.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Las sociedades se desarrollan con personas

Las sociedades están constituidas por personas, ni por inversiones, ni infraestructuras, como algunos pretenden convencernos y por esta razón el desarrollo de la sociedad se relaciona directamente con el desarrollo de sus gentes. Esta observación tan obvia es constantemente ignorada en las propuestas que nos acosan mediaticamente desde todos los sectores. Todos ofrecen más de lo mismo, empleo, seguridad ciudadana, mejores pensiones, mejor sueldo mínimo y otras tantas promesas repetidas que nos hemos acostumbrado a escuchar. Lamentablemente los problemas sociales, el empleo, seguridad ciudadana, pensiones y sueldos mínimos, no se arreglan de un día para otro ni por arte de magia y por esta razón requieren de un análisis más profundo y comprometido, de largo plazo por cierto.

Para el caso de las regiones, y particularmente las de frontera como Magallanes, esto es todavía más dramático, porque nuestros problemas no son realmente aquellos que aparecen milagrosamente resueltos en los acalorados discursos proselitistas que les gusta tanto mostrar a los noticieros. Esos que aparecen como nuestros problemas son en realidad las consecuencias de nuestros verdaderos problemas, los que hace mucho tiempo no son enfrentados de manera efectiva, y lo que resulta más preocupante, es que no se les da la atención que merecen.

Porque efectivamente las sociedades se desarrollan, esto es logran mejores condiciones de vida, con personas. No con asistencialismo del Estado ni lucro del mercado. O con los modelos de industrialización, de sustitución de importaciones o de polos de desarrollo, todas visiones obsoletas del siglo pasado, discursos oxidados sacados de un baúl polvoriento, incapaces de mirar el futuro enigmático que nos presenta el siglo XXI.

Son las personas los únicos motores de desarrollo que pueden transformar hasta el desierto mas yermo en un vergel. Y no tenemos que mirar tan lejos, si esta región es un notable ejemplo de aquello: Magallanes debe su origen y todo lo bueno que tiene al empuje y tesón de aquellos que llegaron a principios del siglo XX y convirtieron la fría estepa en uno de los espacios sociales más espléndidos del Chile del 1900. Con sus bemoles pero así fue.

Sin embargo y para ser sinceros esta región no fue capaz de capitalizar en el largo plazo aquel florecimiento de principios del siglo XX. Al margen de las causas históricas que nos han afectado desde entonces, es claro que la dimensión de frontera de nuestra región nos configura de una manera diferente al resto del país y en eso estamos todos de acuerdo. Pero lo que resulta insólitamente preocupante es la incapacidad como colectivo social de articular estas especiales características en las que todos estamos de acuerdo en una propuesta concreta de desarrollo, que sea coherente y unitaria, que sea el reflejo de aquello que necesitamos para lograr convertirnos en un mejor espacio social hacia el futuro: una visión conjunta de esta sociedad de frontera que es Magallanes. Por el contrario, nos hemos convertido en una sociedad reaccionaria, que enfrenta los problemas cuando éstos ya se han gatillado o cuando la contingencia los pone en tabla, sin capacidad de anticipación y de propuesta. ¿Qué dicen las propuestas respecto del desarrollo de Magallanes? ¿Cómo convertirán a Magallanes en el nuevo cluster del desarrollo turístico de la Patagonia? ¿Cómo nos debemos relacionar con el medio natural frágil y especial que poseemos, a fin de no matar la gallina de los huevos de oro? ¿Con que capacidad y con qué gente? ¿Con cuanta gente, y de qué perfiles técnico-profesionales? ¿Qué articulaciones entre empresas e Universidades se requiere? ¿Qué cambios paradigmáticos requieren nuestras Universidades regionales para insertarse como engranajes del desarrollo? ¿Qué tipo de educación debemos impartir en los diferentes niveles? ¿Cuánto apoyo del nivel central y cuanto grado de autonomía? ¿Qué estructura institucional e instrumentos de desarrollo y fomento? ¿Con que políticas de poblamiento e inmigración? ¿Con qué Políticas de desarrollo territorial, en una región con el 78% del territorio aún en manos del Estado? ¿Finalmente con que políticas podremos despegar definitivamente de ese letargo que todavía nos cubre como una sombra? Y todavía mas preocupante, ¿De qué forma enfrentaremos el inevitable ciclo de contracción que manifestará nuestro turismo estrella? ¿Con qué diversificación de nuestra base económica?

Es preocupante que no exista una propuesta coherente a nivel regional para enfrentar el futuro y que sigamos anclados al asistencialismo desde el nivel central. Y es todavía más preocupante considerando que efectivamente se viven buenos tiempos. Porque los tiempos de vacas gordas hay que saber capitalizarlos, para cuando lleguen las vacas flacas. De lo contrario estaremos cometiendo los mismos errores del 1900, esos que sumergieron a Magallanes en el letargo, y tendremos que volver a esperar otros 100 o 150 años para tener un momento tan bueno como el que hoy vivimos, para volver a tener la oportunidad histórica de convertir en realidad nuestros sueños de un futuro mejor para nuestros hijos.

Porque la República Independiente de Magallanes necesita dejar de ser solo una evocadora frase acuñada y convertirse en una propuesta concreta hacia el futuro.

viernes, 27 de agosto de 2010

EL OLVIDADO TERRITORIO, LA PRIMERA VARIABLE AMBIENTAL

El medio ambiente ha irrumpido en el tapete mediático de la panóptica civilización occidental fuertemente durante la última década convirtiéndose en un importante protagonista de los noticiarios. Nos hemos acostumbrado a ver al medio ambiente como algo que se está atacando hoy día, y que es necesario “mitigar” de manera urgente y reactiva, saliendo a las calles con pancartas contra termoeléctricas, y otros monstruos que el homo economicus ha concebido.

Normalmente esto ocurre después de que algún noticiero ha puesto el tema sobre la mesa, y por que no decirlo, cuando las demás noticias no dan para mucho. El medio ambiente mediático es quizás uno de los mayores peligros para el medio ambiente real.

Digo esto porque nos hemos acostumbrado a relacionarnos con el medio ambiente de una manera reactiva, bajo la lógica del modelo presión-estado-respuesta (PER). Así, ninguna aparición del medio ambiente en la palestra de la opinión pública lo hace sino bajo el alero de una escandalización de proyectos y/o efectos que ya se encuentran plasmados y materializados en un pobre medio ambiente que entonces urge salvar, limpiar y mitigar.

En Chile las instituciones preocupadas de los “problemas ambientales” – utilizando la jerga del sector - trabajan como oficina de emergencias, con fonos denuncia y vehículos para acudir a las “emergencias ambientales” donde entonces todo el mundo solidariza con el denostado medio ambiente.

Es muy ilustrativo de esta situación lo ocurrido con la Empresa de Celulosa CELCO en Valdivia, Chile hace un tiempo atrás. Me resultaron muy curiosos los calurosos debates de expertos respecto de profundos estudios sobre los RILES (residuos industriales líquidos) vertidos al humedal y si estos tienen o no relación con la contaminación del ecosistema y muerte posterior de los cisnes, estudios largos, acuciosos y costosos para algo obvio: un ecosistema confinado como un humedal no resiste una empresa de celulosa. Y este no es un problema tecnológico, es un tema de sentido común. Pero para entender esta máxima hay que tener una mirada espacial y agregada sobre los patrones de localización de las actividades y su relación con las sensibilidades ambientales. Por el contrario los “expertos” prefieren perderse en discusiones bizantinas midiendo los SOx y NOx, etc. en un onanismo intelectual circular mientras otras empresas siguen pidiendo silenciosamente sus permisos ambientales.

Situación similar ha ocurrido este año con la termoeléctrica en Barrancones (Punta de Choros), problema que finalmente termino “presidencializándose”. Cuando el presidente de la república tiene que atender un tema que por su escala y filiación epistemológica corresponde a los niveles intermedios de la administración pública en un estado de derecho, entonces nos parecemos mas a Haití (sin desmerecer) que a Alemania.

La actual forma de entender nuestra relación con el medio ambiente, con la naturaleza, mediante los llamados “problemas ambientales” encierra el peor de los peligros ya que nos ha impedido poner la atención en la columna vertebral de estos problemas, nos ha cegado a una mirada agregada sobre nuestras sociedades y la macro-relación que establecen con el entorno. Difícilmente podremos entender todas estas supuestas catástrofes ambientales o problemas del medio ambiente sino es bajo una óptica territorial y de largo plazo, necesariamente de la mano de la planificación.
Desde este punto de vista no existe mejor plan de mitigación que una acertada y sensible anticipación sobre el medio ambiente, que sea capaz de orientar el modelo de desarrollo disminuyendo su perversidad intrínseca, más que la preocupación a veces enfermiza y jibarizada en mediciones parciales de componentes ambientales condenados por patrones de desarrollo ya instalados y que difícilmente desde la óptica actual tan reducida encuentren alguna solución.

Pues no cabe ignorar que mientras nuestros pensadores y científicos se entregan a líneas de investigación alocadas y masturbaciones mentales varias, ¡nuestra biosfera está seriamente dañada, y nuestra propia especie corre peligro de extinción a corto plazo. (Riechmann Jorge. Gente que no quiere viajar a Marte, p. 46.)

El desconocimiento de los efectos directos - esos que serian un buen candidato para las noticias - sobre el medio ambiente es parte de nuestra miopía social que nos impide mirar los procesos en el largo plazo, como una manera de acompasar la avasallante utilización que hacemos del territorio con las propiedades ecológicas que han tomado centurias en adoptar la forma y características que hoy vemos.
Sólo mirando sobre los patrones de las actividades en el medio, y comparándolas con las características propias de un medio natural de singulares características, estaremos mirando la batería de problemas ambientales del futuro, y tendremos entonces una mejor oportunidad de corregir las malas decisiones que tomamos hoy día.
Para esto resulta vital recuperar una mirada centrada en el territorio, como objeto de esa planificación de largo plazo que es necesario reformular. Allí donde las evaluaciones de impacto ambiental se pierden en miradas sectoriales y puntuales incapaces de evaluar entre distintas alternativas de localización para los proyectos - situación absurda pues es la localización la primera variable ambiental - poco ayudan a la compresión de aquello necesario de cuidar a fin de encaminarse a una mejor gestión de los espacios naturales y del territorio.

Chile sigue con la asignatura de valoración de su territorio pendiente. Se sigue confiando en un Sistema de Evaluación Ambiental bizarro, con una inconsistencia kafkiana, que termina finalmente en aprobaciones políticas que miden U$ de inversión y generación de empleo y donde la evaluación de alternativas de localización, elemento básico para evaluar impactos, no existe. Hoy se evalúa el proyecto en si mismo, absurdo cuando en realidad si de evaluación se trata hay que tener alternativas, entonces ¿Qué se evalúa? Cuanto más o menos se permite contaminar. Pero el lugar lo eligen los empresarios encerrados en cuatro paredes bajo criterios económicos de corto plazo que nunca nadie ha evaluado en este país. O sea el lobo cuidando las ovejas: se deja la evaluación ambiental más importante en manos del sector privado, porque la localización, esa no la evalúa nadie, el privado presenta su proyecto donde mejor le place y el Estado tiene que hacer su pseudoevaluación en ese lugar le guste o no.

Y como consuelo se sigue confiando en el cumplimiento de la norma: “pero, ¿qué son las normas? Ciertamente no son definiciones científicas acerca de qué niveles de tal o cual sustancia no alteran perjudicialmente el entorno; las normas ambientales son sólo resultados de transacciones políticas relativas entre intereses y como tales revisten la calidad de simples convenciones. Las ambientales son como las normas de Ginebra acerca de la conducta en la guerra: se mata igual, pero se promete no usar balas "Dum Dum" o fósforo blanco.

Se desconocen los patrones de utilización del territorio y su relación con el medio natural y los efectos que a partir de estas relaciones se producirán en el largo plazo, quedando en las tinieblas las tendencias que se instalan. Son interrogantes poco relevantes para el colectivo social.

Por el contrario se requiere dejar atrás la concepción actual del territorio únicamente como recurso y comenzar a considerar la naturaleza desde sus propias necesidades, lo que Leopold llama la tercera ética.

Si no se incluye una óptica territorial ecológica, si a la luz de una nueva concepción no se reformulan los marcos metodológicos y epistemológicos del ordenamiento del territorio, seguiremos cometiendo los mismos errores del pasado, el pensar que tenemos suficiente planeta para todos nuestros caprichos.

Me parece inconcebible que pueda existir una relación ética con la tierra sin amor, respeto y admiración por la tierra, y sin un gran aprecio por su valor. Por valor me refiero, obviamente, a algo mucho más amplio que el mero valor económico; me refiero al valor en el sentido filosófico. (Leopold, La ética de la tierra 1966, página 39).

jueves, 3 de junio de 2010

Fenómeno Urbano y Patrón de Crecimiento

La gran mayoría de los sistemas ecológicos que encontramos en la naturaleza, desde los organismos vivos como nosotros mismos, hasta los ecosistemas, manifiestan en términos metabólicos un desarrollo en fases sucesivas conducentes a estadios de equilibrio dinámico, en el que se mantienen por un cierto tiempo, antes de entrar en fases de decaimiento y muerte. En fases maduras de equilibro dinámico los sistemas naturales mantienen los volúmenes de materia y energía en niveles mas o menos constantes, con fluctuaciones inscritas en rangos específicos que dependerán del sistema de que se trate.

Fuente: Odum 1969. http://habitat.aq.upm.es/boletin/n26/aeodu.html#fnmark-1

La ciudad, muy por el contrario no obedece a este principio ecológico. Si bien puede considerarse que en algunos casos y en algún momento de su desarrollo algunas ciudades mantuvieron sus tamaños con fluctuaciones menores, desde la revolución industrial en todos los casos han experimentado crecimientos explosivos y descontrolados que han puesto en jaque al planeamiento por más de una centuria.
En el escenario post revolución industrial se ha aceptado por regla general que este crecimiento urbano, llamado en la literatura proceso de urbanización, esta acoplado al crecimiento demográfico y se explica con el aumento de la población.

Sin embargo durante las ultimas décadas y particularmente en algunas ciudades europeas con estados avanzados de transición demográfica e incluso despoblamiento, los patrones de crecimiento y expansión urbana siguen siendo persistentes. A la luz de esta evidencia empírica las ciudades no estarían creciendo unicamente acopladas al crecimiento demográfico tal y como se pensaba sino que estarian concurriendo otros factores y dinámicas que el urbanismo actual no ha sido capaz de responder.

Imagen satelital de tierra del Fuego. Fuente NASA.

Dos tipos de patrones de desarrollo y/o crecimiento para el fenómeno urbano:
• Primero hoy día las ciudades manifiestan un comportamiento autopoiético, de perpetuación de ellas mismas por ellas mismas siguiendo la definición de Maturana,
• Este crecimiento o desarrollo es acelerado y discontinuo en el espacio. Nucleado en la ciudad histórica como centro de comando pero esparcido en el territorio.

Desde este punto de vista es posible establecer similitudes con los patrones de crecimiento y desarrollo del cáncer en los tejidos celulares (NAREDO 2004), argumento reforzado por el desacoplamiento entre el crecimiento urbano y el demográfico.

Cáncer. La palabra cáncer deriva del latín, y como la derivada del griego karkinos, significa 'cangrejo'. Se dice que las formas corrientes de cáncer avanzado adoptan una forma abigarrada, con ramificaciones, que se adhieren a todo lo que agarra, con la obstinación y forma similar a la de un cangrejo marino, y de ahí deriva su nombre. Se considera a veces sinónimo de los términos 'neoplasia' y 'tumor'; sin embargo, el cáncer siempre es una neoplasia o tumor maligno. (Wikipedia)
Desde el punto de vista del territorio el crecimiento ilimitado de las ciudades y la expansión del fenómeno urbano a todos los rincones del planeta bajo los diferentes formatos que asume, puede considerarse anómalo, toda vez que su principal síntoma es el cambio en el uso y cobertura del suelo con todos sus impactos asociados: alteración y/o degradación de los ecosistemas, homogenización del territorio, pérdida de hábitats y especies, entre muchas otras patologías espaciales.
Es necesario incluir restricciones al desarrollo urbano, acoplando los patrones de desarrollo de los sistemas urbanos con los de los sistemas naturales. Llevar el sistema urbano a niveles de equilibrio dinámico donde los intercambios de materia y energía se mantengan en determinados rangos y siempre de acuerdo a la disponibilidad LOCAL de recursos.

Imagen satelital Landsat de Ecuador. Fuente NASA.

Si analizamos ahora este nuevo paradigma del desarrollo urbano a la luz de la economía, claramente la meta de “crecimiento” que todos los modelos económicos de los países plantean, es claramente contraproducente. Y es posiblemente ese modelo de crecimiento económico una de las fuerzas subyacentes del crecimiento urbano, al ser la ciudad, desde la revoluciona agrícola, el espacio de acumulación de los excedentes por antonomasia.
Puede que el decrecimiento, desde el punto de vista económico, sea razonablemente necesario como algunos ya plantean. Por un tiempo. Pero el paradigma no solo económico sino de desarrollo urbano que resulta necesario es el de equilibrio dinámico, vale decir la capacidad de alcanzar ese tamaño – tamaño metabólico – óptimo y ser capaz de mantener ese equilibrio en el tiempo, como lo hacen la mayoría de los sistemas naturales de la biosfera. Tal vez esta transición demográfica que recién comienza permita, al despojarnos del apremio de generar más ciudad para más habitantes, alcanzar la estabilización de los sistemas urbanos.

jueves, 8 de enero de 2009

EL URBANISMO COMO CIENCIA

"salvo contadas excepciones, el arquitecto más prestigioso, por competente que sea en la concepción de edificios aislados, se revela tan poco experto en materia de ordenación urbana (town planning) como las autoridades municipales"
Patrick Geddes. Cities in Evolution.


El Urbanismo es ciertamente una ciencia. Y tiene como propósito el estudio del fenómeno urbano, mismo que por cierto trasciende las fronteras de la ciudad aun cuando puede tener en esta manifestación fenomenológica el centro de su atención.
Sin embargo como ciencia esta recién en sus albores, en un grado de desarrollo muy básico similar al de la Física antes de las Leyes Universales de Newton o de la Química antes de la conservación de la masa y energía de Lavoasier.
Nos encontramos en los albores del desarrollo del Urbanismo, quienes nos desempeñamos en este campo mas bien somos pre-urbanistas – o probablemente así se nos llame en 100 años mas – por cuanto trabajamos en la oscuridad, sin un marco epistemológico que nos unifique y nos cobije en un proceso de desarrollo propiamente científico como otras disciplinas. Los urbanistas aun no poseemos el marco teórico de leyes del Urbanismo que nos permitan entendernos como científicos, compartir un lenguaje común o un núcleo teórico básico que unifique nuestro quehacer. Incluso a muchos podrá sorprender el hecho de pensar que un urbanista es un científico. Por el contrario en países como el nuestro alejados de los centros generadores de conocimiento, se tiende a relacionar el Urbanismo con campos disciplinares propios de ciertas profesiones, algunos creen que es un arte, o que tiene que ver con la arquitectura o con el paisajismo. Algunos piensan que diseñar plazas es Urbanismo. La verdad es que el Urbanismo se relaciona poco o nada con cualquier tipo de proyecto.
Esto ocurre producto de un escenario confuso, nebuloso, donde no hay claridad conceptual, donde se confunden los términos, donde unos piensan que es un arte y otros están convencidos que es arquitectura un poco mas grande y con algo de espacio público de por medio y entonces, en este país, ser urbanista es diseñar parques y áreas verdes para grandes infraestructuras.
Además del errático proceso formativo de las Universidades, donde a pesar de que algunas profesiones intentan apropiarse de esta disciplina, ya desde los nombres de ciertas facultades, en la realidad no han sido capaces de entregar las herramientas básicas para el desempeño de un Urbanista, al menos en lo que se refiere al pensar y actuar como científico. Y si efectivamente existen algunos Urbanistas en nuestro país es sólo después de un largísimo derrotero de formación de postgrado y ejercicio profesional, en muchos casos ni siquiera parecido a lo recibido durante el pregrado. Hoy día en este país un Urbanista se hace sólo pues no tiene espacio en la Universidad; como científico, no como profesional del desarrollo urbano que es otra cosa.
Por que si existe entonces una diferencia ente el urbanista entendido como científico y el profesional del desarrollo urbano es que el primero es el llamado a “pensar” en el fenómeno urbano, a generar nuevo conocimiento urbanístico, a estudiar con rigurosidad científica ese complejo sistema que denominamos ciudad. Finalmente a investigar no a proyectar.
No obstante a pesar de estar en una fase inicial, este cúmulo epistemológico primigenio comienza a mostrar algunos patrones, lugares comunes que permiten vislumbrar algunos futuros posibles.


Percepcion Remota. Imagen Landsat falso color de la Peninsula de Brunswyck, Patagonia.


Quizás el primero y más importante sea el matrimonio entre Urbanismo y Percepción Remota-SIG. Efectivamente hoy resulta impensable un trabajo urbanístico propiamente tal sin la utilización de estas herramientas y metodologías, esto a pesar de que todavía existen dinosaurios a plumón que intentan estudiar la ciudad con bonitos trazos de colores, por supuesto más relacionados al ámbito de ciertas profesiones y no al Urbanismo como tal.
La inmensa complejidad de la ciudad como sistema hace indispensable la utilización de tecnologías de punta para su mejor estudio. Donde los urbanistas no gozamos de laboratorios para estudiar concienzudamente los procesos urbanos existe la plataforma de modelación espacial que ofrecen los SIG y la percepción remota, que permiten la utilización de metodologías comunes con fuerte base cuantitativa, geo-estadística, con la cual analizar el fenómeno urbano, sobre la base de modelos espaciales y econométricos que corren sobre mapas enlazados a bases de datos permitiendo de esta forma modelar, analizar, diagnosticar la altamente compleja realidad urbana. El Urbanismo tiene en la percepción remota-SIG su primer paradigma.
De hecho unos de los saltos metodológicos más importantes que permiten estas tecnologías es el estudio riguroso y sistemático de aspectos concretos con base cuantitativa. La percepción remota permite el estudio del fenómeno urbano a través de elementos discretos cuantificables y por tanto la generación de patrones y la construcción de modelos espaciales que permiten entender la realidad urbana de una manera científica. Cuantificar, dimensionar, medir, el fenómeno urbano. En algunos casos esto permitirá la construcción de patrones cualitativos o conclusiones cualitativas, pero claramente sin esto, cualquier conjetura sobre aspectos cualitativos no es más que eso, conjetura, modus operandi que en algunas disciplinas como la arquitectura es costumbre.
Hoy día para estudiar la ciudad como urbanista es condición sinequanon hacerlo utilizando SIG y percepción remota. Sin desmedro por supuesto de los artistas tan necesarios en una sociedad, me refiero a los que se dedican a dibujar calles, plazas y edificios a plumón; pero claramente no se trata de urbanistas.
Existe un segundo denominador común en el Urbanismo: es una disciplina espacial y sistémica. Es decir siempre interesa el dónde y el cómo, la ubicación de los elementos del sistema y las relaciones entre ellos. En este caso el sistema es evidentemente un sistema espacial, el sistema urbano y que como se dijo anteriormente transciende las fronteras de su manifestación fenomenológica mas obvia que es la ciudad. Desde algunos puntos de vista puede decirse que el ámbito espacial de la ciudad como sistema hoy abarca casi la totalidad del planeta. Y desde este punto de vista el Urbanismo es entonces la ciencia del territorio por antonomasia.

Percepcion Remota y SIG. Base de datos vector sobre imagen Raster de fondo ciudad de Punta Arenas.

¿ PLANIFICACION URBANA, DISEÑO URBANO O URBANISMO?

Entre toda esta confusión vale la pena hacer una distinción disciplinar.
Primero es necesario erradicar la idea de que el Urbanismo se relaciona con proyectar la ciudad o con algún tipo especifico de proyecto. Aquí hay que deslindar los ámbitos de actuación de ciertas profesiones y especialidades, mismas que en algunos casos cuentan con soporte del Urbanismo como ciencia, pero que en la práctica son ejercicios profesionales distintos por naturaleza del quehacer científico. Los más comúnmente confundidos con el Urbanismo son la Planificación Urbana o territorial y el Diseño Urbano.
Un urbanista estudia la ciudad, como un científico, no intenta proyectarla. Un urbanista se interioriza de los procesos que subyacen al desarrollo urbano e intenta explicarlos sobre la base de un metodología explicita y una aproximación evidentemente discreta y cuantitativa. Un urbanista intenta aportar nuevo conocimiento sobre el fenómeno urbano, conocimiento inexistente, lo que lo valida en su actuar científico. Un urbanista puede también ser un planificador urbano o territorial o un diseñador urbano y desempeñarse en el campo propio de ciertas profesiones ligadas al desarrollo urbano, pero será urbanista solo si su leit motiv esta en la investigación del fenómeno urbano a través del método científico y ligado a esto la producción de nuevo conocimiento. Así hay excelentes planificadores o diseñadores urbanos que no son urbanistas, pues no investigan el fenómeno urbano, trabajan en él, lo intervienen, lo modifican y por tanto su actuar no esta relacionado con la generación de conocimiento sobre el fenómeno urbano, sino sobre un encargo especifico que obedece a intereses particulares y específicos. No son científicos, son profesionales del desarrollo urbano.
Es posible pasar de la Planificación y Diseño Urbano al Urbanismo sólo si de los primeros, como aplicaciones propias de la profesión, resulta posible universalizar aquello como experiencia y constituir un nuevo conocimiento respecto del fenómeno urbano, sobre la base del método científico. Así un Plan Regulador no es ciencia, es un producto específico de una disciplina denominada Planificación Urbana y que entendido como encargo tiene una aplicación muy especifica en una determinada realidad urbana a la que se supone da respuesta. Sin embargo puede estar construido sobre la base de conocimiento urbanístico propiamente tal, como bien puede no estarlo.
De manera similar un parque, ejemplo paradigmático del diseño urbano, normalmente se sustenta en la Planificación Urbana para llegar a la definición arquitectónica de sus componentes, como diseño, no como planificación menos como Urbanismo. Por eso el Diseño Urbano disciplinarmente esta en la interfase entre la Planificación Urbana, disciplina cuyo objetivo es el control de los procesos de desarrollo urbano y la Arquitectura, apegada a la respuesta fenomenológica – formal - al habitar humano en términos de diseño.
En un sistema complejo una propiedad principal es la “emergente” vale decir el todo es más que la sumatoria de las partes, o sea el comportamiento del todo no se relaciona con las propiedades de los elementos que lo componen. El fenómeno urbano como tal trasciende en mucho la manifestación fenomenológica de sus elementos discretos individuales, aún cuando parezca que las arquitecturas en su conjunto configuran el fenómeno urbano no es así. O al menos no mas que los demas elementos que configuran el sistema urbano. La ciudad deviene como sistema de manera autopoiética, no respondiendo a la dinámica especifica de sus componentes sino configurando una organización a partir de estas relaciones que como sistema posee su propio fin, lo que explica también su equifinalidad, pues todo sistema urbano independiente de las condiciones iniciales de su aparición y de la naturaleza de sus componentes llega al mismo fin, ser ciudad.
Si existe alguna relación entre arquitectura y la planificación urbana aunque bastante lejana.
Más bien hay una tensión inversa entre ambas, pues es básicamente el interés privado versus interés colectivo, como leit motiv disciplinar. La arquitectura siempre querrá para sí misma todo lo mejor de un emplazamiento, para satisfacer las demandas de un encargo, por el contrario la planificación urbana buscará siempre maximizar, democratizar, los valores de un lugar manteniéndolos accesibles a todos. El ejemplo de los lugares con buena vista es un clásico. La planificación urbana velará por restringir las alturas de las edificaciones y normar el emplazamiento de los edificios intentando mantener el acceso público a la vista en su máximo posible e idealmente desde el espacio público, el espacio de todos. Las arquitecturas individuales intentarán apropiarse de esa vista lo más que puedan en su propio beneficio, el de sus propietarios. Es decir opera el principio de la tragedia de los recursos comunes[1], nadie se limita por iniciativa propia pensando en el bienestar de los demás, todos operan sobre la lógica del máximo provecho individual, independiente de que la sumatoria de todos esos intereses individuales sea siempre menor que el optimo colectivo.


[1] Garret Gardin, “The Tragedy of Commons". Science, v. 162, 1968, pp. 1243-1248.

viernes, 29 de agosto de 2008

VALORACION: VALOR ECONOMICO V/S VALOR ECOLOGICO

La valoración económica del territorio es un proceso social subyacente que ocurre espontánea e implícitamente al desarrollo de la base económica de cualquier sociedad en el espacio. A diferencia, la valoración económica de espacios naturales protegidos viene de la necesidad de relevar la importancia de aquellos en un contexto en que hoy priman los intereses económicos; el discurso es: en la medida que no se les de valor económico a estas áreas, estarán en desventaja respecto del resto de las actividades en el territorio.
El tema es que necesariamente se requiere que el cambio de paradigma pase además por el cambio de la estructura valórica: vale decir el valor económico de esas áreas será siempre menor que el valor económico del resto del territorio y cualquiera de las otras actividades por cuanto la necesidad de conservar-preservar implica un ahorro hacia el futuro, ahorro que hoy día significa que las actividades sobre esos espacios se privan de ciertos beneficios, independiente de la rentabilidad de largo plazo de ese ahorro. Este cambio de paradigma ético dice relación con que es el valor ecológico el que debe relevarse por sobre el valor económico, cuanto más o menos pesan determinados espacios en la conservación, preservación del medio natural, ecosistemas, redes ecológicas. Es ese valor ecológico el que nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad imperiosa de preservarlos hacia el futuro y no la valoración de eventuales actividades económicas “sostenibles” que hoy día pudieren profitar de ellos. Sin este relevamiento del valor ecológico por sobre el valor económico estaremos siempre supeditando estas áreas al acecho de la sociedad sobre ellas áreas en su necesidad de desarrollarse y de seguir explotando el territorio sin límites. Por eso la valoración ecológica del territorio dice relación directa con los límites – espaciales – del crecimiento. Por eso que valorar económicamente las áreas de relevancia ecológica puede llegar a ser un tremendo error.
La valoración ecológica del territorio es una priorización espacial. En un contexto donde el hombre - técnico que por sobre su condición natural dada esta siempre viviendo en la posibilidad de ser algo diferente según dice ortega – esta constantemente ejerciendo modificaciones sobre el territorio y por otro lado un medio natural en equilibrio dinámico donde ambos deben coexistir, la valoración ecológica actúa como una gradiante de intervención antrópica sobre el territorio, como es ecológica será inversa a la valoración económica que funciona sobre la priorizacion de las actividades humanas sobre el territorio, de los intereses de las sociedades sobre el espacio en términos de ser capaces de solventar el desarrollo, mayor será el valor económico de aquellas áreas que mayores beneficios produzcan a diferencia del valor ecológico que estará en relación con el peso especifico de esos espacios en la mantención de los equilibrios ecosistémicos, sobre los espacios donde se articulan los hubs ecológicos, tendrán entonces una relación inversa.
¿Como valorar, que vale mas ecológicamente hablando?
Aparece el tema funcional, ¿Cual es la importancia ecológica de un glaciar, porque conservar un glaciar? ¿Que relevancia tienen las formaciones geológicas en la mantención de los niveles de homeostasis de los ecosistemas? ¿Cuánto pesa el aporte de nutrientes minerales en estos procesos? O si establecida su importancia como establecer entonces la gradiante de protección respecto de las actividades humanas? ¿Prohibir todo por que la función ecológica es el aporte de nutrientes?
Por que se valora para priorizar, ese es el par, ese es el sentido. La valoración lleva directamente a la determinación de los niveles máximos y mínimos de intervención antrópica en esa gradiante inversa a la económica.
Como establecer, en función del espacio, la estructura de prioridades funcionales que cada uno de ellos aporta en la mantención de los equilibrios ecosistemicos. Eso es valor ecológico.
Esto plantea una paradoja por cuanto la valoración, como acto intrínsecamente subjetivo, dependerá de la escala de valores sociales que la construya. En el caso de la valoración económica del territorio por su característica de ser subyacente al sistema social, existe un calce perfecto entre ambas, la valoración económica ira siempre de la mano de la estructura de valores de la sociedad. Por el contrario la valoración ecológica intenta determinar la gradiante espacial de relevancia para la manutención de las características ecosistemicas del territorio en una aproximación a su funcionalidad, pero como ejercicio de subjetividad endógena siempre estará de alguna manera supeditado a la escala de valores sociales. Esto explica en parte por ejemplo la visión biocéntrica de la conservación que ha primado durante estas últimas décadas. Porque es una valoración de tipo ecológico, la protección de determinadas especies. Pero normalmente esta protección viene de una estructura de valores sociales: porque están en extinción, o porque son singulares, endémicas, hermosas. La función ecológica de esas especies no juega un rol en la definición de su importancia para la conservación biocéntrica, nadie dice ahí cuanto dependen esos ecosistemas de esas especies para su mantención en el largo plazo. Entonces resulta que esa no es una valoración ecológica propiamente tal, sino mas bien es una valoración moral que hace la sociedad respecto de la naturaleza. En el caso especifico de las especies en peligro de extinción una suerte de mea culpa, misma que jamás ha considerado por ejemplo si la extinción de esas especies es una evolución natural. Sin intentar desmerecer su importancia, la protección de especies en vías de extinción no se plantea frente a la pregunta de cuan funcionales han sido esas especies en esos ecosistemas, o si desde el punto de vista ecológico es la competencia, selección natural, o cambio climático de largo alcance[1] el que las ha mermado. La idea de equilibrio dinámico nos confunde. La necesidad de que los ecosistemas evolucionen y cambien adoptando diferentes cadenas tróficas y características se contrapone con nuestra visión estática de crecimiento lineal propia de nuestras sociedades.
En principio seria necesario aproximarse a la valoración ecológica dialécticamente, como par junto con la valoración económica, como gradiantes opuestas. Mirado de esta forma aparece la relación entre valor ecológico y apropiación ecosistémica antrópica del territorio - de los ecosistemas, de los espacios naturales – donde hay una relación entre el valor ecológico que se dará a una determinada área en función de la mayor o menor susceptibilidad, posibilidad o formato de intervención antrópica de ese espacio. Esta relación viene dada por una parte de la subjetividad propia del acto valorativo sobre el espacio, que finalmente viene de una voluntad subjetiva que emana de una determinada estructura de valores de una sociedad y por otro lado porque la valoración ecológica en si misma aparece todavía débil por un bajo grado de conocimiento de la ecología de las áreas naturales, y entonces de las funciones ecológicas de determinados espacios, parches, lugares o formaciones, respecto de su aporte en la mantención de la resiliencia ecosistémica. Por ejemplo en el caso de los glaciares, si se quisiera establecer su valor ecológico en función del hábitat, entendiéndolo como la posibilidad de refugio y alimento para determinadas especies, claramente desde ese punto de vista un glaciar no ofrece ninguna posibilidad por ende su valoración ecológica será mínima; sin embargo no se puede desconocer que la valoración ecológica trasciende el concepto de hábitat, no se trata sólo de la protección de hábitats sino de la importancia que los diferentes elementos juegan en la mantención de las características ecosistémicas en el largo plazo, donde respecto de los glaciares hay otras funciones, características y procesos que no están suficientemente estudiados, conocidos o evaluados muchos desconocidos y por ende es muy difícil evaluar su importancia ecológica integral, como por ejemplo el aporte de nutrientes minerales a los cuerpos de agua, el rol en el balance de agua dulce agua salada, el aporte de oxigeno, el balance térmico en la mantención de ciertos rangos de temperatura por nombrar algunos y los efectos ecológicos de cada unos de estos procesos induce o propicia.
Entonces dado que por lo menos todavía ese tipo de aproximaciones ecológicas resultan conceptual, metodológica e instrumentalmente difíciles de incluir, imposible de evaluar, aparece este cruce con la gradiante antrópica de apropiación. En el caso del glaciar la gradiante de apropiación – y por ende el valor ecológico dado que funcionan como par inverso a mayor grado de apropiación menor valor ecológico - llegaría hasta aquella gama de intervenciones que no alteren los procesos antes descritos y que eventualmente podrían ser soportes de la resiliencia. En el caso del glaciar una extracción de agua sobre ciertos volúmenes que podríamos calificar de industriales en función de la masa total del glaciar, serian contraproducentes, en oposición a una extracción Premium como la que hoy día se hace de pequeños volúmenes para la elaboración de aguas de excelencia, todo esto con los necesarios resguardos. U otro tipo de actividades, aquellas que no afecten estas funciones u otras que se pudieren intuir, estableciendo el abanico de familias de intervenciones antrópicas. Esta es una manera indirecta de llegar al valor ecológico por oposición, como gradiante opuesta e indexado a la estructura valórica de la sociedad y esto por cuanto siempre la valoración es un acto humano subjetivo.
[1] Se refiere al que experimenta la tierra en sus ciclos, no al inducido por el hombre.